Llegando a fin de año es ineludible que hagamos un balance antes de abocanar la primera porción de pan dulce. A sabiendas que somos un mix entre historia personal, la familiar y el tiempo histórico en el que vivimos, de uno a diez, qué nota le pondríamos al 2018? Han sido más las alegrías, los objetivos alcanzados, el bienestar o acaso sumamos más olvidos, deudas y malestar a nuestras vidas?
Hacer una autoevaluación no es tan simple cómo parece. Hay que tratar de ser fiel a la verdad, demaquillando errores , tratar de encontrar respuestas a las cuestiones de fondo y ser constantes en la reparación de los problemas cotidianos.
Una manera inteligente y dinámica de alivianar la carga de un año difícil es disculpándonos con quiénes perjudicamos (muchas veces a nosotros mismos), agradeciendo a quienes están a nuestro lado de manera incondicional y retribuyendo favores.
En el caso que en el ítem desempeño personal la puntuación haya sido excelente y en familia las cosas no hayan estado nada bien, es hora de colaborar para que ésos platillos se equilibren. Estar más cerca, dar una mano , tolerar las diferencias y mejorar la comunicación entre pares puede ser la solución. Al final, no se es demasiado feliz en el táper.
El ítem que depende del contexto en el que se vive, país, época, tiempo histórico es el que más dificultades acarrea en el momento de evaluar. Hay que tener en cuenta que no debemos detenernos en lo anecdótico, en el análisis de los eventos que sucedieron en el país o en el mundo (no es una reseña política ), sino que el autoanálisis busca observar nuestro desempeño, qué fue lo que hicimos para que el planeta que habitamos sea un lugar mejor. Un simple jardín, haber inspirado cambios en el otro o la creación de una obra de arte mejorarán considerablemente el promedio. Teniendo en cuenta todos los marcadores habrá que sumarlos y dividirlos por tres.
No hace falta hacer público el resultado final. En la vida real los abanderados no existen y saberse humano es el comienzo del largo sendero del que no debiéramos alejarnos demasiado , el camino de la Sabiduría.
(Imagen El palacio de los sabios, de Julio Vaquero)
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