Es agradable abandonar.
Abandonar es partir.
Siempre hay que partir.
El placer es: yo parto.
Este poema de Pascal Quignard de su libro Abismos dilucida un interrogante eterno, ¿ por qué los hombres abandonan más que las mujeres? Samanta Schweblin , en un cuento memorable llamado Mujeres Desesperadas aborda el mismo tema. Parece que no soy la única preocupada en querer saber qué motiva al padre abandonar a su familia, al marido a su esposa y un hermano al otro. Hay un placer oscuro en la liberación masculina, que le genera un gozo argonáutico, una remembranza de la época de la guerra, de la caza paleolítica y de la iniciación tribal.
Nunca me convenció que se trataba solamente de un cambio de pareja. Un hombre se va para de la casa, de la vida rutinaria o del trabajo para cambiar de vida.
Es frecuente escucharlos decir no sé por qué lo hice; si no me iba,me moría o todavía la quiero y, sin embargo, tuve que dejarla, fue más fuerte que yo.
Ese grito de alerta puede estar previniendo un mal mayor. Debiéramos aprender a abandonarlos sin culpa, antes del ACV o del tumor mamario o, en el mejor de los casos, leer la Ilíada y la Odisea para entender mejor la psiquis masculina…
(Obra de Waterhouse, Odiseo y las sirenas)