La pelea entre Macri y Bergoglio parece no tener fin. En el último round el Sumo Pontífice se paseó por la Cordillera de los Andes sin pisar suelo argentino. Ya fue a Rusia, China, Perú, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Namibia, Bosnia Herzegovina, Cuba, Albania, Israel, Palestina, Chile y Filipinas, pero esquiva sin disimulo la posibilidad de agregar un sólo voto a la reelección de su contrincante. Por otra parte, devolviendo el cross de derecha, Mauricio rebotó en las cuerdas del ring y le asestó al hombre más importante del mundo occidental un directo de izquierda que lo dejó tambaleando, reavivando el debate sobre la despenalización del aborto en el Congreso. La Conferencia Episcopal ya se hizo escuchar y las apuestas empezaron a levantar temperatura. Nadie pensó que la reacción del público fuera tan eufórica. Según el Ministerio de Salud murieron el año pasado 43 mujeres por aborto en la Argentina, que en un total de 245 defunciones por embarazo presenta  una cifra espeluznante que revela que cada cinco mujeres embarazadas que pierden la vida, una fue por hacerse un aborto clandestino.

       Más allá de las convicciones religiosas de cada uno, debemos crear juntos un país en el que quién elija vivir distinto,  pueda hacerlo. Lejos quedaron los tiempos en el que las normas se imponían  sin diálogo, por lo tanto, sin razón. Frenemos la opresión ante el cuerpo de la mujer que decide interrumpir su gestación. Cada uno es dueño de hacer de su cuerpo lo que su conciencia dictamine.