Es absurdo que los presidentes argentinos no puedan ser enjuiciados por sus fechorías, que un xenófobo sea el mandatario de EUA, que esté por ganar las elecciones un candidato en Brasil a favor de la tortura, que pidan con toda naturalidad dos pulmones y un corazón para trasplantar a Sandro (qpd), que paguemos ocho millones de planes sociales, que insulten por la calle a los nigerianos, que cierren el Ministerio de Salud y lo conviertan en una oficinita, que se comercialicen niños como caramelos, que la Trata siga operando frente a nuestras narices, que Nacha Guevara insista que medita para estirarse las arrugas, que ofrezcan en adopción a familias enteras, que confundan a best sellers con premios Nobel, que ya no se cocine en casa, que Macri siga mirando al sudeste, que Maradona tenga voz (y lo escuchen), que los sindicalistas sean millonarios, que haya impuestos hasta para respirar, que la universidad sea para pocos, que el hambre sea para muchos, que no haya una política de salud mental (y haya locos sueltos por todo el país) que no se diluciden los crímenes, que el feminismo sea un cuco, que exista bailando por un sueño, que le hagan caso a Mirtha Legrand, que te quemen los libros en la editorial más importante del mundo si no se los comprás, que vendan verdura podrida en los supermercados, que formes a hijos para que se vayan a otro país.
Es absurdo que el periodismo se arregle con sobres, que los jueces no paguen impuestos, que la Iglesia tampoco los pague, que las figuras públicas dicten moda, que el sector privado coimée, que los medicamentos valgan más que las joyas de la corona inglesa, que los agrotóxicos nos envenenen, que Larreta quiera hacer del zoo de Buenos Aires un paseo gastronómico, que el invierno prolongado haya atrasado la temporada de jazmines. Es absurdo, surreal, descabido que la Enciclopedia Virtual Wikipedia diga que Miguel Ángel era un artista del Renacimiento y que en las horas libres era Tortuga Ninja. Absurdos y nosotros, absordos.
(obra de Salvador Dalí, Hermes)