El escándalo de los menores abusados que juegan en River e Independiente destapa una cacerola con comida podrida que se oculta desde hace años. La naturalización del flagelo que azora el país y deja al descubierto el descuido y la perversión de los que debieran cuidar la infancia, parece no tener fin. A poco más de setenta y dos horas que estalló la noticia, la prensa parece más preocupada en liberar de culpa y cargo a los famosos involucrados que a informar sobre las condiciones en las que se encuentran los chicos daminificados.

        Vivir lejos de casa, sin la red afectiva y familiar con la que crecieron, exigidos y con el plus de tener que transformarse en jugadores de primera línea en el futuro  se les suma el ser  objeto de deseo de quienes están acostumbrados a satisfacer sus caprichos con dinero e influencias,sin jamás ser molestados. Con absoluta impunidad.
       La ex médica del club de Nuñez, Andrea Pennesi, será representada por la Avivi, Asociación de Ayuda a las Víctimas de Violación y denunciará el abuso sexual de dos menores de edad ocurridos desde el 2004 hasta el 2011, período en el que aún  trabajaba para el club. No obstante, se habla de un sinfín de víctimas. En las últimas cuarenta y ocho horas dos menores más,  jugadoras de voley de la misma institución, presentaron sus respectivas denuncias.
       Lejos de herir susceptibilidades y hacer leña del árbol caído, celebro éste período de resurgimiento de la verdad. Aplaudo a quiénes tuvieron el coraje de desenmascarar a los intocables. Recuerden, panópticos, que el delito de abuso y violación no prescribe. Nunca es tarde para poner en el estribo a quiénes nos hicieron tanto daño.