Gran parte de la rutina de aquellos que nos dedicamos a ayudar a crecer interiormente a otros radica en el seguimiento de la personas que forman parte de nuestro grupo de pertenencia , sean familiares, amigos o consultantes. Empatizar, sentir lo que el otro siente, mitigar el dolor y resolver sus cuestiones es una de las tareas más gratificantes para quienes tenemos la vocación de ayuda. Sin embargo, es frecuente que los que ocupamos la función de “asistentes del otro” sintamos a menudo un exceso de cargas emocionales que llegan a convertirse en dolores físicos: tensión en el cuello, espaldas , hombros, presión en el tórax, dolores de cabeza, incluso insomnio y pérdida de la memoria.
Con el paso del tiempo percibimos que si bien nuestra vida es satisfactoria, rodeada de personas queridas y objetivos alcanzados, terminamos la jornada agobiados y sin alegría. ¿ Qué sucedió? Por qué en lugar de goce nos deparamos con el estrés?
El trabajo diario con gente requiere capacitación adecuada y un margen de recuperación superior al de aquellos que no trabajan como agentes de cambio. El universo del otro, sus miedos, desaciertos y pérdidas, inexorablemente espejarán nuestros propios huecos. El que no trabaje consigo mismo y se someta sin criterio a la potencia del otro colapsará sin remedio.
Hay que reconocer que ayudar a otros está lejos de ser un trabajo fácil o inocente. Los seres humanos contienen una carga energética capaz de iluminar (o dejar sin sistema) a una ciudad entera.
Otra cuestión de fondo es diferenciar el acto de acompañar al de sostener . Una cosa es brindar asistencia, proponer soluciones y reprogramar patrones sistémicos, otra es cargar al hombro una historia ajena que no podrá modificarse de la noche a la mañana simplemente por nuestro deseo, por más que le brindemos lo mejor.
Es fundamental que los profesionales y agentes de cambio familiar cuenten con una red de apoyo estable. Recomponer fuerzas, sanar heridas, hacerse escuchar, corregir errores y aclarar dudas con profesionales competentes tejerá una urdimbre que nos servirá en los momentos difíciles. Como dice un proverbio africano, “muchas arañas tejiendo juntas pueden atrapar a un león”. Sabemos que el hilo con el que trabajan las arañas, aunque sutil, es el más resistente del reino animal.
Empecemos por ser humildes, sabernos sustituibles y alejarnos de la omnipotencia. Sólo trabajando interdisciplinariamente podremos brindar lo mejor a quienes nos necesiten.
(Ilustra obra de Edvard Munch, Celos)