Mientras leía la noticia infausta de Rodríguez recordé un fragmento de Macedonio Fernández , ése autor argentino de la década del treinta que mezclaba erudición y desopilancia, sobre los ahorcados. No demoré en relacionar los dos suicidios con sus escritos. Macedonio decía que la garganta era el símbolo de la masculinidad, dadas las pruebas iniciáticas que debían sufrir los portadores de corbata. Él las detestaba. Todos los que disfrutamos escudriñando el símbolo sabemos que el accesorio top de los poderosos representa un falo extendido y por primera vez, con ayuda de Fernández, desde el más allá, se me ocurrió asociarlo con el cuello. “
El gallo, animal patriarcal si l
os hay, es puro cogote”, volvió a repetirme en ése modo de hablar sin sonido que tienen las ánimas para comunicarse. Se me puso la piel de gallina. Cuando un muerto quiere decir algo, pensé, más vale no resistir. El dolor de cabeza que te acompañará durante el día puede ser terrible. Fue así que decidí hacer ésta nota.
Al creerla terminada, ya cerrando el párrafo con un punto final, la vocecita inaudible volvió a manifestarse, “Oye, ésto no queda aquí. Hay más cosas que explicar!” Volví a los libros . ¿Qué querría que dijera? Buscando, buscando, encontré en una frase suya que sirvió como calmante para tanta inquietud ” La rapidez con que se improvisa una concurrencia en redor de un asesinado, robado o derribado, evidencia el esfuerzo de amor propio con que la población quisiera demostrarse superior en ligereza de piernas a la víctima”. Yo también, al igual que Macedonio, abomino el tribunal popular.Espero haber sido una médium confiable. No es fácil (aunque por tan sólo cinco minutos) ser portadora de las grandes voces.