Escuchar la radio se transformó en una prueba de tolerancia que bordea la tortura. Malas palabras por doquier, falta de respeto a los entrevistados e ironías sin fin contaminan el aire. Oír a periodistas de renombre haciendo papelones por un punto más en el rating provoca verguenza ajena. A cada tres frases se refieren a las redes sociales, como si no pudieran encontrar soporte adecuado por sí mismos para informar al oyente, cuando no recurren a la farándula, ésa suerte de agrupación mal habida con nombre de araña tropical que hace estragos en la mente humana.
Hace algunos días una periodista me convocó para hacer una entrevista por Oráculos, mi nuevo libro. Dado que sería un encuentro virtual, me pidió que respondiera algunas preguntas de un cuestionario. De entrada, dijo que los entrevistados no podían firmar la nota, dado que es un medio prestigioso (cosa que jamás se me hubiera ocurrido pedir). Después de dar mil vueltas, cuarenta whatsaps y veinte emails, me di cuenta que su intención era que le hiciera la nota, para que ,luego, la firmara como propia. En contrapartida, un medio de Santa Fe , en la misma semana, envió a un periodista de primera línea para que me entreviste por el mismo libro.
¿ Se habrá muerto el periodismo romántico? Será cierto que los medios masivos se han transformado en corporaciones en la que cada cuál atiende a su juego?