El amor sufre un gran desprestigio en éstos tiempos. Nunca se ha escuchado hablar tanto de él, sin embargo, pocas son las personas que hacen del amor su eje. Lejos de ser el sentimiento edulcorado que se restringe a la pareja o a los hijos, ése motor propulsor natural de la vida de esencia arrolladora, es capaz de revolucionar nuestras vidas tan sólo con rozarnos. Su falsa presencia se asemeja a un aromatizador con olor a frutilla, en la fórmula lo que menos vamos a encontrar, entre tanto químico, es la frutilla. Si pudiéramos analizar la composición del amor en las vidas de quiénes lo enarbolan permanentemente, leeríamos, con espanto, que su esencia es ” de fantasía”.    No obstante, en nuestro día a día lo podemos encontrar en los saludos, en los mensajes de texto en forma de corazones rojos y propaganda masiva de manera constante y abusiva.

       Pienso que se habla todo el tiempo del amor para crear  un falso escenario, un entorno irreal en el que nos sintamos buenas personas sin esforzarnos demasiado. Si sintiéramos algo del verdadero amor, no abandonaríamos tanto. Cuidaríamos al otro. Nos convertiríamos en personas generosas, sensibles, veríamos colores que no están en la paleta ordinaria. No le haríamos tanto caso a los ojos, seríamos menos exigentes con la apariencia. Todos sabemos que el amor es ciego. Quién ama no tiene espacio para el odio ni el miedo. Adiós bullying, competencia desleal, indiferencia social porque el amor de verdad, el que ensancha el corazón del hombre, nos hace mejores personas. El que sintió alguna vez su alquimia, se transformó para siempre. El que tuvo la fortuna de ser correspondido, lo cuida como quién cuida un tesoro.
       El amor banal, el que se vende en los kioscos, dura menos que un paquete de cigarrillos en boca de un fumador. Canta las curvas del objeto de deseo y lamenta la pérdida de la posesión como quién llegó tarde a un vuelo que , encima, le costó carísimo . Con él vienen de regalo los celos , las lágrimas y miedo al abandono. Lo opuesto al original, con tormento garantizado. En lugar de abrir los corazones al entorno, los cierra.  Sepa distinguirlos. Ante la segunda opción, lo mejor es estar solo.