El ocho acostado, símbolo del infinito, también conocido por lemniscata nos recuerda que todo se mueve, que nada es estático. La danza de la vida, con su coreografía variada, pasa a través de nuestras células y se enlaza con el vaivén del mundo. Shiva Nataraja , la imagen del dios hindú que se sostiene en una sola pierna, nos lo advierte. Equilibrio, soltura, flexibilidad, capacidad para leer las señales , buena memoria y alegría son necesarios para formar parte de ésta danza . Principalmente, alegría.

     Todos los fines de año propongo a los lectores del Panóptico una pequeña revisión sobre sus logros. Empecemos.  Me están leyendo, lo que significa que están vivos y aunque parezca necio, es lo fundamental. Siguen pudiendo utilizar los ojos para leer, aunque con anteojos, lupa o lentes de contacto (no importa) , lo que redunda en otra gran bendición. Las neuronas siguen haciendo sus sinapsis, ya  que leer requiere un gran esfuerzo cognitivo y es la sal de la vida intelectual . Han podido mantenerse curiosos y eso quiere decir que la depresión no encontró residencia fija en vuestros corazones.  Si lograron pagar las deudas, ponerse de novios, viajar a África , los felicito, pero no fue lo más importante. No obstante, si cultivaron amores, amistades, si fueron capaces de dar más que recibir, pueden considerar que tuvieron un gran año. Los proyectos siempre estarán para que los realicemos. Las rutas aéreas se multiplicarán, como también lo harán la ciencia y la tecnología para ofertarnos soluciones para nuestros males. Pero si todas las innovaciones no encuentran en nosotros al dios que baila despierto, de nada servirán todos los manuales ni  todo el oro del mundo. Adiós 2018, gracias por enseñarme a  vivir en la inestabilidad.
(imagen de Lux Boreal Danza Contemporánea)