Sin querer ofender a nadie, éste vuelco a la derecha que está pegando el mundo me tiene muy preocupada… Brasil tiene a metros del Palacio del Planalto a una copia berreta de Donald Trump, que de por sí ya es una caricatura del jefe de la banda de Averno, un personaje de la serie negra de Goya. Bolsonaro (mi hermana Marina, que es italiana insiste en decirle Bolsonegro) apoya la línea dura contra los inmigrantes, las feministas, los gays, los judíos y todo tipo de minoría. Dice ser favorable a la tortura y a la portación de armas de fuego. Para que tengan una idea, una de las medidas que promete aplicar cuando llegue a Brasilia es beneficiar con la canasta familiar sólo a quiénes se sometan a la vasectomía o a la esterilización, en el caso de que sea jefa de familia. Asegura que bajará los sueldos de las mujeres que ocupen cargos iguales al de los varones.
No, no se ría…no es un chiste. Es la realidad que se propagará a lo largo y a lo ancho de ocho millones quinientos mil kilómetros cuadrados.
Por desdicha llegamos a ése resultado, fruto del desmantelamiento de la izquierda popular y de sus dirigentes, quiénes no supieron controlar la ambición desmedida y se llevaron hasta las flores del jardín de las delicias . Ya lo decía Jeruza, mi profe de Literatura II de la universidad. Pertenecer a la izquierda requiere una doble responsabilidad que les tomará toda una vida. Tendrán que sacar a la gente de la ignorancia para que conozcan sus derechos y proceder según las convicciones humanistas más profundas . Éstas jamás buscan privilegios o beneficios personales.
Nuestras tristes izquierdas, después de décadas de lucha para llegar al poder y de derramar sangre, sudor y lágrimas, estando en el lugar en el que las pusimos por el voto democrático se olvidaron de ésa parte. Y ahora, ¿ cómo detenemos el tren fantasma que manejan éstos maquinistas nefastos?