El que tiene un celular inteligente ya no necesita recordar calles, números de teléfono o cumpleaños. Instragram, Facebook, Googlemap se los recuerda con alarmas, globos y toda la parafernalia visual y auditiva disponible en la red. Siri, la famosa interlocutora robótica de los I-phone, es capaz de contestar con amabilidad a todas las preguntas que le hagamos al sistema operativo del teléfono. Somos muchos los que incluimos en el viaje de vacaciones a la gallega del GPS. En un futuro cercano nos sorprenderá cebándonos mate desde el asiento de atrás. Sin embargo, todas las facilidades a las que tan prontamente nos acostumbramos, lentifica nuestro cerebro. Ya no somos capaces de almacenar datos como antes y, si la teoría darwiniana está en lo cierto, a la larga perderemos la facultad de memorizar información que consideramos banal si no revertemos ése cuadro.
El otro día el verdulero casi desmaya cuando le discutí una suma mal hecha. Confesó que muy pocos clientes hacen las cuentas de lo que consumen sin la ayuda de la calculadora. Por lo pronto, no se me ocurriría comprar sin chequear lo que estoy llevando y convengamos que no hace falta una computadora para ir al mercado. Sí, urge poner en práctica lo que aprendimos en la escuela. Estamos a tiempo de frenar el choque y negarnos a ser la generación del futuro sin memoria. Para eso es menester prescindir del fast food mental y hacer funcionar el cerebro. Ventilemos nuestros conocimientos y encendamos la computadora más alucinante del Universo entero, nuestra cabeza!