La expresión original es Kefer Nahum, o aldea de Nahum y la ciudad queda a cuatro kilómetros de la desembocadura del río Jordán. ¿ Quién fue Nahum? Nadie lo sabe. Las palabras se van transformando con el tiempo, quizá haya sido un prestigioso mercader, un sabio o un ladrón. Lo extraño es que en ese lugar, marcado por el sello del anonimato , se hayan dado circunstancias que jamás serán olvidadas. Ese sitio fue en el que vivió el apóstol Pedro, en dónde Jesús pronunció el sermón del Pan de Vida , en el que sanaba a la gente y en el que asistía a la sinagoga, de la que no hay vestigios, más que las ruinas de otra que en el siglo IV-V le construyeron encima. Paseando con mis pensamientos , imaginé escenas (dicen los sabios que imaginar es traer a la vida) del día a día de la antigua Cafarnaum , miré las ruinas de las casas diminutas, fotografiaba los fragmentos de piedra blanca de los adornos de la vieja sinagoga , ásperos y labrados a mano: estrellas de cuatro puntas,  de cinco, de seis y de ocho brazos con rayos circulares, denotando movimiento, rosetas al estilo romano, almejas, frutos de la vid , mandalas parecidos a flores y flores parecidas a mandalas.

Niños correteaban por el lugar, devolviéndole la alegría perdida de toda ruina. Una canción empezó a sonar de la nada y de golpe se cortó, seguido de un helou: era el ringtone sofisticado del  smarthphone  . Entré a la iglesia con piso de cristal. Debajo del vidrio vi las piedras desnudas y desacomodadas, jubiladas por el tiempo, testigos de reuniones , charlas, café (ahí lo hacen ala turca, riquísimo) de los doce y el Maestro. Alguno, en ese perímetro, habrá soñado, otros se habrán inspirado, otros habrán salido para mirar el amanecer juntos. Alguno habrá llorado un mal de amor. Otro se habrá arrepentido por haberlo abandonado. Alguno habrá pensado  ¿no estaré loco? qué hago siguiendo a éste hombre?  luego, se habrá dado cuenta que la mejor locura es la que nos infunde un sentido a la vida, en lugar de quitárnoslo. Cuántas dudas y arrepentimiento,  cuánto despertar y deslumbramiento flota en el aire de la Aldea de Kefer.

¿ Qué podemos encontrar en una peregrinación , más que señales pretéritas ,  lugares  bonitos, gente dispuesta a interactuar y a aprender uno del otro? Qué puede uno vislumbrar en una casa del siglo I desmantelada por el tiempo y por los sarracenos, cubierta por un templo vidriado y un altar  que mira el Mar de Galilea, sin olas, sin transatlánticos, sin cruceros con pasajeros? Por mi parte ( los que me conocen saben que sufro de exceso de imaginación) estoy convencida que la Historia se graba en el aire. Respirarlo lo es todo. Estar vivo en un lugar sagrado es participar de un acto de sanación físico, mental y espiritual. No hay ningún souvenir que represente ese misterio, ningún álbum de fotos que lo plasme en su totalidad, ninguna serie de Netflix que lo cuente mejor que el perfume que emana del lugar en el que sucedieron los hechos que cambiaron el rumbo del mundo. Pensé en mis amigos enfermos e infelices. ¿ Por qué no se habrán animado a patear el tablero y tomarse el avión hacia adentro de sí mismos? Eso aprendí en Cafarnaum. El camino de la sanación está en recuperar lo sagrado que hemos perdido.

 

(CapVII, Tiberiades y Mar de Galilea)