No se pretende contar una vida interesante en ciento once minutos. Por cierto, hay biografías que con media hora llegaríamos hasta el detalle del funeral, pero no es el caso de Sidone Gabrielle Colette. Esta escritora francesa nacida en un pueblito de La Bourgogne, quién cruzó el umbral del siglo diecinueve y vivió hasta la mitad del veinte, atravesando las dos Grandes Guerras, habiendo tenido tres matrimonios,  amiga de Jean Cocteau, Paul Valéry, Maurice Ravel,  fue novelista, guionista, actriz y la mujer más leída en francés hasta hoy, tuvo en la película del inglés Wash Westmoreland una entrada fría sin plato principal ni postre. Quién haya visto el film sin conocer anteriormente a Colette quedará con la mirada  sesgada de una joven de campo, enamorada de un vividor que usaba su talento para firmar los libros que ella escribía. Si bien todo eso fue cierto, el telón de fondo de su personaje (interpretado por una Keira Knightley  mal dirigida) aspira a atraer al público neofeminista con un discurso inductivo y casi  oportunista. La historia no menciona a su padre, héroe de guerra y  empobrecido por haber perdido una pierna en la guerra de Argel, a sus tres hermanos, su fascinación por la biología y la botánica, a su hija,  sus aportes pacifistas en el periodismo , sin embargo,  hace hincapié en su bisexualidad, en los amoríos de a tres con Willy (Henry Gauthier-Villers, el primer marido) y en los escándalos que producían sus escritos. Una lástima. La película se centra en los primeros años de Colette como escritora fantasma y en su drama conyugal, ignorando un comienzo de siglo bullicioso en una París que ya era una fiesta, del cuál se ve muy poco. El guión lo hubiera hecho mucho mejor Alberto Migré.

         El director también dirigió Alice, siempre Alice (2014) y El final de Robin Hood (2013). Tengo la impresión que conocieron más a Colette los cinéfilos que  vieron Gigí, de Vincente Minelli (sí, el padre de Liza), que filmó una historia que ella escribió en la década del cuarenta sobre una adolescente de la Belle Époque que está siendo preparada para ser cortesana y enamora a su proxeneta , que quienes vieron Colette, Liberación y deseo. Considero que las biografías son un terreno peligroso para el cine, el espíritu de un  autor se encuentra en las páginas de sus obras más que en los eventos de su vida.  Minelli ganó el Oscar de la Academia como mejor director en el año 1958. Westmoreland, aunque recaudó más de seis millones y medio de dólares en lo que va de la proyección del film , por mí se llevaría ya mismo el Lechuzón de Oro.