Qué debe predominar entre los condimentos que sazonan una existencia gustosa? La vida es un plato de tallarines, enroscada, caliente y deliciosa. Según la Real Academia Española la convención es una norma o práctica admitida tácitamente, que responde a precedentes o a la costumbre. También lo explica como acuerdo o pacto entre personas, organizaciones o países. En cambio, la convicción se cataloga como una idea religiosa, ética o política a la que se está fuertemente adherido. Ambas provienen de la raíz latina conventio. Ellas son la sal y la pimienta de mi pasta. Cuando la balanza de mis emociones pende por la primera, me vuelvo rígida y estructurada, me duele el cuello y camino como si tuviera una caja de los zapatos puesta en cada pie. Retengo líquido y me duelen las articulaciones. Esa inclinación a la obediencia ciega, la que hizo reír a la maestra de jardín de infantes cuando me pidió que llevara un cierre para cosérmelo en la boca y al día siguiente lo llevé), heredada de mi abuelo paterno, el marino, es la responsable por mis aciertos, idoneidad y cumplimientos, pero también representa mi faceta taciturna y robotizada. Cuando esa mujer que me habita empieza a apoderarse de mis horas, veo la forma de distraerla y empiezo a poner peso en el otro platillo, el de las convicciones, metiendo pimienta al plato y reduciendo la sal, escribiendo sobre Runas , encontrándome con amigos, leyendo libros de filosofía y opinando sobre política. Se ve que lo mismo hizo mi abuelo Alfredo en Casarano . Cuenta la Historia que luego de jubilarse fue vice alcalde de esa ciudad de la Puglia. Cuando me excedo y noto que me enciendo como un bonzo, quiero arreglar el mundo en la mesa de un bar y atiborro mi agenda de trabajo, sopeso, vuelvo al eje y me centro en el equilibrio del paladar. Los busco y siempre falta lo mismo, la compasión , el aceite de oliva que la RAE define como un sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien. El otro siempre nos salva, no hay nada que hacer. Sal, pimienta, oliva : por más sabrosos que sean los tallarines, nada más insulso que comerlos solos.
Ilustra pintura de León Kroll, The conversation, 1920.