No te toques la cara, la boca, los ojos. No metas los dedos en la nariz. No abraces, no des la mano y ni se te ocurra besar a alguien. Tratá de no usar metales, el virus puede vivir doce horas en las superficies lisas. El COVID-19 adora el oro, la plata , el cobre, pero sobre todo, el plástico. Mantené la distancia prudencial de dos metros con los demás peatones cuando te permitan salir de casa. No olvides el barbijo, no toques a otros sin guantes y, en lo posible, usá anteojos . Todo alrededor se ha vuelto extraño de un momento a otro.
El prójimo se ha vuelto sospechoso y vos, lector, podés ser portador asintomático y andar matando gente inocente sin darte siquiera por enterado. Es un buen momento para las ratas. Con los restaurantes cerrados unas cuantas pululan por las cercanías de mi balcón en Buenos Aires. Cerrá puertas y ventanas, no vaya a ser que una de ellas se te meta . Nada de paseítos con el chango por el barrio. Mirá que te pueden denunciar. Nada de new age, fast religion o sectas presenciales. Ayer leí que una señora se contagió en un retiro espiritual. Nadie está a salvo.
Olvidáte el viaje a Estados Unidos. Votar a un cretino les costó miles de infectados a los norteamericanos y pronto serán miles de muertos. Forget el viaje a Brasil, Bolsonegro anunció el final de la cuarentena, le importa un comino lo que suceda a sus votantes y mucho menos lo que pase a sus opositores. Dios se hará cargo de los brasileños, afirmó, haciendo honor a su plataforma electoral financiada por la iglesia Universal del Reino del Averno. Pasear en góndola no será el mejor programa para este otoño y si te faltó conocer la maravillosa Bérgamo, dejálo para otro momento. España ya no sabe qué hacer con sus muertos y a Irán no lo salva ni Alá. Extrañamente no hay más que ocho casos diarios en China y Putin afirma tener absoluto control de la situación. La mentira también se ha vuelto viral . Las Bolsas caen estrepitosamente. Olvidáte del cine o de ir al teatro. Los niños no pueden asistir a la escuela. Los amantes no se ven. Nadie te dice un piropo por la calle porque está desierta y un respirador ya es una cuestión de Estado. El quiosquero ladrón de la vuelta vende barbijos de juguete por ochenta pesos y el pan Fargo en el supermercado sale trescientos veintiún pesos cuando hace dos semanas costaba doscientos.
No faltan los que querrán convencerte que el virus fue lo mejor que les pasó en la vida. Le atribuirán dones transmutadores y evolutivos. Dirán que se volvieron mejores personas y se encontraron a sí mismos. No les creas. Los pocos humanos que se iluminan no lo publicitan, tampoco lucran con la desgracia ajena. Lo que está ocurriendo es el cambio de paradigma más profundo de nuestra época. No lo banalicemos. Seamos respetuosos del tiempo histórico que nos toca atravesar. Nacimos para enfrentarnos con esta molécula de ADN y ganarle la batalla . Y lo lograremos entre todos. El resto es cotillón, no tiene ninguna importancia. Cuidemos los unos a los otros, sólo así podremos reivindicarnos como humanidad y quizá, después de todo, tengamos una oportunidad para habitar este planeta y tratarlo con la dignidad que se merece.
(Imagen de Giovanni di Paolo (1403-1432) , Santa Clara rescatando al barco. Siena)