Corría el año 1990 y las flores ya empezaban a brotar de los lapachos catamarqueños. La joven María Soledad, poeta en los ratos libres y devota de la Virgen del Valle se preparaba para ir a la disco Fuego Rojo, en dónde recaudarían fondos para el viaje de egresados. Qué ponerse? Haría frío esa noche? La morocha de pelo largo de tan solo dieciocho años no imaginó que la tarde del siete de septiembre sería la última vez que vería el sol. Al día siguiente, su cuerpo fue hallado a diez kilómetros de la capital de la provincia, violado y mutilado de una manera tan atroz que su padre, don Elías, sólo pudo reconocerla porque llevaba puesta una pulsera que él le había regalado.
Rastreando las huellas del homicidio se supo que el entregador, Luis Tula, con quién tenía un romance, la llevó a otro boliche, Clivus, en dónde fue el festín de los que se conocieron como “hijos del poder”. Ahí la drogaron y la enfiestaron hasta consumar el crimen. Se supo que esa noche estuvieron reunidos en el aquelarre el hijo del gobernador Ramón Saadi, uno de los mellizos Jalil (sobrino del intendente José Jalil), el primogénito del jefe del policía Miguel Ángel Ferreyra (que se ocupó de borrar toda prueba contundente contra su hijo), Guillermo Luque, hijo del diputado Ángel Arturo Luque (quién fue destituido como diputado por Catamarca por declarar públicamente que “si su hijo hubiese estado involucrado, jamás hubieran encontrado el cuerpo”) dejando en claro lo que todos suponíamos, que el caudillismo de las provincias argentinas gozan del privilegio de la impunidad. ¿Y por qué uso el tiempo presente? Porque pasaron veinticinco años de las famosas Marchas del Silencio organizadas por la hermana Martha Pelloni y sólo dos indiciados fueron encarcelados, Guillermo Luque, que cumplió un poco más de la mitad de la pena de 21 años de prisión y Luis Tula, el entregador, que estudió abogacía en los seis años de cárcel (de los nueve que tendría que haber estado) y ahora ejerce Derecho Penal con la matrícula 1941. La jueza Alicia Cabanillas consideró que Luque era un preso ejemplar y lo liberó el 12/4/2010.
Según el periódico El Ancasti, en los últimos tiempos Tula estuvo asesorando a un docente acusado por manosear a un adolescente cerca de la Terminal de Ómnibus de Catamarca. Se pierden los pelos, pero no las mañas.
Héctor Olivera filmó en 1993 una película que debiera ser recordada por todos como un grito de justicia llamada El Caso María Soledad, contando la historia de la chica que quería ser maestra jardinera y que terminó al borde de la ruta violada, asesinada y comida por los cerdos.