Nadie vio arder a Cuasimodo en el incendio de Notre Dame. Probablemente el jorobado más famoso de todos los tiempos se haya inmolado en el altillo o se transformó en una gárgola voladora, dijeron los poetas.
Sabemos que los personajes de las novelas no mueren, el hecho de que no existan cementerios con sus lápidas lo certifica. Ellos se entremezclan con la gente, adoptan identidades protegidas y se meten en líos de novela. Hay quienes juran que lo vieron cantar entre la gente que velaba por la catedral , mientras la aguja gótica se consumía en llamas. No faltaron los que lo culpabilizaron por el hecho, diciendo que esta vez se había convertido al islamismo por una novia franco-musulmana , tan bella como su primer amor, la gitana Esmeralda, atentando contra la fe que le dio siglos de cobijo. Fake news. Yo les contaré la verdadera sobre el incendio que cambió para siempre la historia de París.
Cuasimodo es un buen tipo. Su único defecto es querer ser protagonista de una historia que no le corresponde, El Fantasma de la Ópera. Amante del bel canto, insistió durante años innovar el repertorio de música del templo , harto de escuchar música sacra todo el día, pero ya sabemos cómo son las autoridades eclesiásticas, le dijeron que no, de ninguna manera. El que quiere celeste, que le cueste. A pocas cuadras de ahí está la Ópera Garnier, lo convencieron que tomara examen, que presentara curriculum, que fuera a las audiciones para cumplir su sueño. Aseguraron que la fama que le dio Victor Hugo colaboraría para formar parte del coro estable, que ya estaban locos con las tropelías del Papa, qué dejara de jorobar (valga redundancia) con más innovación. Y el pobre, manso y obediente, se entusiasmó. Erik, así se llama el fantasma cruel de la obra de Gastón Leroux, piromaníaco confeso, cuando supo las intenciones de la iglesia de sacarse de encima a Cuasimodo ,advirtió que no se atrevieran a pasarse de la raya. Eso de querer quitarle el puesto era algo injusto que lo pagarían muy caro. Y fue cuando amenazó con quemarles el rancho. Por supuesto, los prelados minimizaron la amenaza y mandaron el mail intimidador del Fantasma a borrador. Cuasimodo nunca lo leyó y ese día , el de la audición, llegó esperanzado a Notre Dame y , anonadado, vio que su casa estaba en llamas.
¿ Cómo supe todo esto?
Assange, mi amigo de Wikileaks, me lo contó.
¿ Quién hubiera imaginado semejante intriga?
(Ilustra cuadro de Hermen Anglada)