Cuando una niña de doce años queda embarazada, tras haber sido violada y amenazada de muerte por el autor del abuso y en el hospital en el que van a someterla a una cesárea (porque su vida peligra) es abucheada públicamente, con pancartas y activistas que le gritan “asesina”¿ cómo se sentirá? Y si después de todo eso, da a luz a una bebé de seis meses, con menos de dos kilos y se lo dan en adopción ¿ cómo volver a creer en la humanidad? ¿ Cómo confiar en el adulto y sonreír, después de todo?
Los que apoyamos el aborto no punible sabíamos que casos así sucederían y volverán a suceder, refregándonos en las narices nuestra discapacidad para sentir el dolor del otro.
Casos como el de la niña jujeña nos marca el territorio del cuerpo social femenino , el que disponen los agresores, los padres, el gobernador y los médicos, jamás ella misma. Le protegen la identidad ocultando su nombre, cuando no han podido proteger como adultos ninguno de sus derechos de infancia. Lo más probable es que nadie le haya preguntado qué quería hacer con su bebé.
El violador, un hombre de sesenta años, hoy en la cárcel, probablemente se sienta orgulloso por diseminar sus genes por el planeta. Quizá lo larguen a la calle en un par de semanas, cuando baje la polvareda del escándalo mediático. No faltan los cretinos que consideran la violación un delito menor, incluso he escuchado a un intelectual contemporáneo minimizando el tema, diciendo que no hay que escandalizarse por algo que siempre existió. Me niego a pronunciar su nombre, cuanto más a escribirlo.
El año 2019 inauguró su temporada de violaciones colectivas el día uno de enero, en el camping El Durazno, en Miramar, Provincia de Buenos Aires. Cinco jóvenes atacaron a una menor de catorce. Lucas Pitman, Tomás Jaime, Juan Villalba, Mariano Díaz y Roberto Costa son los violadores que veranean en la cárcel.
En Villa Elisa, cerca de La Plata, una chica de 15 años fue atacada por siete hombres encapuchados.
Otra adolescente de 16 años, en Pilar, fue violada por doce (si, entendieron bien, doce) hombres. Apenas uno era menor de edad.
Considero que no es casual que en el momento que las mujeres más pedimos por nuestros derechos, más nos violenten. Es tan abrumador el cambio que proponemos a la sociedad, que la reacción del machismo duro atemoriza, repliega e intimida. Suena a escarmiento, a pura saña, a enojo de perro malo que le revolvieron la cucha.
Diez mujeres fueron asesinadas en veinte días de lo que va del año. Celeste Castillo, Joselin Mamani, Gisela Romina Varela, Susana Yass, Daiana Moyano, Silvia Ricci, Liliana Loyola, Valeria Juárez, Agustina Imvinkelried y Denise Canalle perdieron la vida después de brindar y ver los fuegos de artificio de sus respectivos cielos. Y ya no están para contar la historia.
Ojalá no nos dejemos asustar por las acciones criminales perpetradas. Pensar en plural femenino hará que nos cuidemos más y mejor unas a otras. No permitamos que la ola neandertal nos arrastre a las cavernas, vencidas, humilladas y de los pelos. Sigamos pidiendo Justicia.
(Obra de Marco Battaglini)