En sus manos está la transformación de un pueblo. Sin ella, el embrutecimiento es gradual y paulatino. Pueden vestirse con sus ropajes, profanar sus templos, usar sus perfumes, pero ella,la Cultura, revelará a quienes la plagien como la luz disipa las sombras. Sin ella, los valores eternos se sustituyen por el auto de lujo y las ropas de marca, las canciones proclaman la burla, el racismo; el cine se colma de efectos especiales, la literatura se disfraza de best seller, la pintura se vuelve una proveduría para los galeristas, el teatro se convierte en folletín para el divertimento. Sin  Cultura las relaciones humanas redundan en contactos , el romance en sexo fugaz, los gobiernos se vuelven títeres de intereses espurios y los líderes, en tiranos. Sin  su veracidad la exclusión se vuelve un emoticón con lagrimita. Un mundo sin ella es una religión sin diosa y un país que la anula, un lugar sin futuro.
Sin  Cultura, muere la sensibilidad. Para conmover al rudo y esperanzar al que crece hay que sembrar semillas de arte en sus corazones. Sólo la poesía, la fotografía, la literatura, el cine, las artes plásticas, la música, la arquitectura, el teatro  tienen el poder de devolver al humano la razón perdida, la armonía de los elementos.  Actualmente contamos con   ciencia para curar, pero perdimos el camino del bosque que nos impedía enfermar. Disponemos de comunicaciones veloces, pero olvidamos qué queríamos decir. Llegamos rápido a ciudades lejanas, no obstante, padecemos el mal que nos hace desear estar dónde no estamos y tener lo que no tenemos.
Digamos la verdad: muchas veces valoramos a  quiénes no se lo merecían tan sólo por creer en los medios de comunicación masivos.
Perdimos la percepción de lo esencial, creímos en falsos profetas y nos burlamos de la Cultura. Ella, quien nos puso de pie ante el mundo. Ella, la única razón por la que aún no caímos en el abismo. Ella, la que nos hicieron creer inferior a la soja y al fútbol. Ella, muchachos, la Cultura,  es el Sol dorado de nuestra bandera.
(Ilustrado por la obra La vuelta del malón, de Ángel Della Valle)