Me siento usada. Me usa el hombre, el patriarcado y el sistema creado hace cinco mil años para someterme. Me usa el capitalismo que desde la segunda gran guerra me toma como mano de obra barata, con el verso de la independencia y autonomía . Me usa el monoteísmo cuyo único dios , según ellos, es hombre. Me usan en la familia porque estoy hecha para obedecer , lavar los platos, cambiar los pañales y las vendas de los enfermos. Me usan los amantes que no me legitiman, los padres que hubieran preferido que no naciera chancleta, los hermanos que me tiran encima a los viejos porque quedé soltera y mi deber es cuidarlos hasta que se mueran. Me usan los cafishios a fuerza de golpes, la sociedad de consumo que me cosifica y cuando pido mis derechos me tratan de abortera, feminazi y tortillera. Me usan para manipular la opinión pública recriminando a un galancito de novela mientras sueltan a un ladrón de guantes blancos, que se robó medio país, por la puerta de atrás. Me usan los que se visten de celeste y blanco y los que se visten de verde. Me usan del derecho y del revés. Me usan creyendo que soy estúpida, pero no señores…el feminismo no es el escandalete darthesco armado para la gilada : es un faro que brilla en plena tempestad.
(Obra de Olivia Pendergast, Woman with clasped hands)