El olfato es el primer sentido que el niño activa al nacer. El olor de la madre es primordial para el bebé. La confianza que produce su cercanía lo hace estar tranquilo y lo colma de protección. Luego, le sigue el gusto que se activa con el sabor de la leche . A través de ésa primera experiencia quedan asociados el sabor y subsistencia, la saciedad que le brinda el alimento, fuente de proteínas y anticuerpos. En cuarto lugar se encuentra la audición. La voz de los padres le brinda al niño el escenario en el que se desarrollará su rutina, el perro, el tren cercano, la música y las charlas. Quienes lo alcen, lo acunen, le canten pasarán a formar parte de un archivo secreto que él jamás olvidará. Cuando sea mayor y consulte ésa fuente de recuerdos, se dará cuenta que el sonido le inspirará las emociones muy profundas, amor, miedo, alegría. Y por último, desarrollamos la visión. Ésos órganos externos y acuosos, complejos y sensibles, los ojos, son la última estación a explorar de los cinco sentidos.
Con el paso del tiempo ése orden se invierte de manera diametral. La cultura y el aprendizaje social pasan a ser visuales, cada día se da más importancia a la imagen y a sus mensajes. Luego, vendrá la audición de la mano de la palabra, las órdenes, el elogio, la escuela. El sabor será reeducado para que pueda ingerir no sólo lo que al niño le plazca, sino lo que le “haga bien”, configurando un nuevo mapa alimentario. Tocarse pasará a ser un tabú, podrá hacerlo en determinadas ocasiones y con personas determinadas. En la medida que crezca podrá ser menos tocado. Y por último, se presenta el olfato, el sentido que sufrió mayor adiestramiento social desde su desarrollo. Desodorantes, cremas, perfumes, inciensos y lociones intentarán “civilizar” al mono que llevamos dentro.
Un día nos damos cuenta que perdimos el eje. No sabemos qué aroma destilamos y cómo lucimos sin impostar la sonrisa para la foto . Nos horrorizará escuchar nuestra propia voz en una grabación. Le tendremos pánico a que nos toquen. Asociaremos la alimentación con el factor que regule nuestra ansiedad. Será el momento de reiniciar el sistema : sin darnos cuenta, nos fueron transformando en dóciles y predecibles robots.