Tom va por la ruta a toda velocidad al funeral de quien fuera su amor. Llora al escuchar la canción que lo recuerda y, a la vez, le revuelve las tripas. Estaciona frente a una plantación de trigo, sale del auto gritando, maldice su suerte, vuelve al volante con el único fin posible: rendir un homenaje póstumo. La madre de Sebastien no sabe que su hijo era gay. El paisaje de las afueras de Quebec es bello, se parece a la pampa húmeda, liso, continuo, cultivado. Llega a la casa en donde no hay nadie y entra, la llave estaba cerca del felpudo. Sabían que vendría, no se sintió un intruso. Agotado, duerme como Blancanieves antes que llegaran los enanitos. Molido. Arrasado. La madre entró con su paso liviano y lo vio dormir.

_Qué hace un extraño en mi casa?

_ Hola, soy yo, el amigo de su hijo. Tom sabía que su presencia la reconfortaría. Agathe, nombre de piedra fría, le preparó un té de bienvenida. ¿Cómo ocultar lo que sentía por Sebastien? ¿Cómo representar ese papel sin quebrarse o herirla?  Esa noche, como las demás, la madre le pidió a Tom que ocupase la cama de Sebastien. De madrugada llegó él, Francis, que casi lo mata de un infarto por el modo como lo agarró del cuello mientras dormía.

_ Si le contás lo de mi hermano y vos, te mato.

El chico malo avisó de entrada que la estadía del chico lindo no sería un paseo por el bosque.

Hay lugares dónde es mejor no haber llegado. Y personas que debemos rogar para que no las encontremos nunca. Nunca.

 

(Xavier Dolan, filmada en el 2013)