El ego nos impide obtener una mirada introspectiva profunda, se alimenta del qué dirán y busca el aplauso. El yo superior, también conocido por yo supremo , no le interesa otra perspectiva sino la interior y alcanza el éxito por autosuperación, no cree en el éxito ni en el fracaso. El ego sufre cuando no es reconocido, mientras el yo superior aprende de cada experiencia que le toca vivir. El ego sufre avatares económicos, el yo superior bebe de la fuente de la abundancia, jamás le falta y si eso sucede, no le importa . El ego oscila entre extremos, su vector es vertical; el yo supremo tiene por geometría sagrada la línea del  horizonte, está alineado con el cielo. El ego se confunde con la autoestima, al yo superior no se confunde con nada. Es prístino, veraz y contundente. El ego tiene rating, el yo superior es buscado por muchos y encontrado por pocos. No hay canal de cable que lo sintonice. No obstante, su señal es gratuita, todos podrían hallarlo si conectaran el silencio interior. El ego utiliza fórmulas para obtener resultados, el yo superior las aborrece, sin embargo, es constante y observador de los procesos de crecimiento personal, mientras el primero (nunca el segundo) no los puede sostener. El ego es violento, aunque a veces ejerce una violencia pasiva , y provoca somatizaciones. El yo superior es calmo y sanador. El ego habla en singular y el otro, en plural,  a razón de que el primero busca el beneficio personal y el yo superior, el bien común.

En más de un punto se unen, ambos existen para que nuestro paso por el mundo sea una experiencia trascendente  para el alma . El ego es la semilla, el yo supremo es el fruto que la contiene. Combatir al niño es matar al adulto de mañana. Saber graduar nuestros aprendizajes a través del análisis de lo  que nos rodea, percibirlo, actuarlo, intervenirlo, es de humanos. No nos conformemos con experimentar la enfermedad, avancemos hacia la sanación. Tampoco nos quedemos con la idea, hagamos de ella un proyecto. ¿ Algo nos conmueve? Internalicémoslo. ¿ Algo me interesa? Aprendámoslo. No es cierto que el ego sea activo y el yo supremo, pasivo. Ambos interactúan de manera dinámica. En el vaivén pendular del ego también están el martirio, la culpa y la victimización, recursos que el yo supremo no utiliza. La conciencia del valor que uno posee, el cuidar los espacios legítimos y saber quién somos no es cuestión de ególatras.  Sentirnos dueños de la tierra ha sido una de las razones por la cuál nos sentimos aptos para devastarla. El yo superior nos hace habitantes y no propietarios del mundo, esa es la sencilla diferencia entre los dos conceptos. Sepamos discernirlos  para administrar mejor nuestras energías y las del Planeta azul.

 

(Ilustra obra del cubista ruso Georgy Kurasov)