Llevaban un año de novios. Se fueron de viaje, las fotos eran las más hermosas que se puedan imaginar. Ella en la laguna mirándolo pescar. Ellos de compras en Nueva York. Los dos abrazados en un viñedo en Mendoza. El ex marido le había pedido quedarse con la guardia de la nena de seis años, a la que veía semanalmente. Todo era tan civilizado que parecían personajes de las series de los países nórdicos que dan por Netflix. Estaban a punto de casarse, faltaba que le saliera el divorcio para formalizar la nueva vida.

      Un día, él notó que ella le había revisado el teléfono. Le pareció extraño, ya que el acuerdo había sido confianza plena. Al otro día, se percató que lo mismo con sus mails. Empezó a cifrar sus mensajes, a ocultar cosas que él jamás le hubiera ocultado si no se hubiese sentido observado. Al poco tiempo descubrió que toda su vida había sido revisada: cuentas bancarias, fotos , documentación, incluso algunas habían desaparecido. Ella, su amor y musa inspiradora, de pronto se había convertido en un agente secreto. No fue fácil tomar la decisión de separarse, pero las señales eran claras y él sabía que si las pasara por alto  cometería un grave error. Por qué había procedido de ése modo, si él había sido fiel, confidente e  impecable en la relación? Después de mucho meditar, pasado el tiempo,  entendió que ella buscaba en él las sorpresas que  no había podido encontrar en ella misma.