Oriente huele a sándalo y a especias. Su marketing nos recuerda la suavidad de la seda y el ruido del viento en los bosques de bambúes. En los spas y centros de estética de los hoteles caros, no es raro ver jardines decorados con estatuas de Buda, el despierto, alentando a sus protegidos a vivir en armonía. Pocos saben que bajo ese manto de paz la alianza China, soviética y norcoreana detonaron la semana pasada una bomba nuclear bajo tierra que provocó un terremoto de 6,3 en la escala Richter. El hijo del dictador Kim Jong-il, cuarto hijo de su tercera esposa y líder del partido de de los Trabajadores, Kim Jong- Ul, de treinta y cuatro años no se limita a gobernar con mano de hierro a su país, Corea del Norte, sino que pretende intimidar a Estados Unidos con sus potentes armas nucleares. El chico de los peinados raros y lleno de extravagancias es ateo, habla perfecto inglés y alemán, pero sus intereses nada tienen que ver con los de Trump y Merkel. Juega a los soldaditos de plomo en el búnker de papá y ¡ no lo hagan enojar! porque los manda a matar en menos de lo que canta un gallo.
Lo asombroso es que Argentina recién ahora se alinea con la cordura.Hasta hace poco mantuvo un romance oculto e intermitente con Norcorea. María Estela Martínez de Perón llegó a visitar al padre de la maravilla en Pyongyang para apoyar su gobierno  y no hace tanto, en 2014, otro exponente de la verguenza nacional, el ex canciller Héctor Timmerman apoyó  a Kim Jong-Ul en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, quitándole el voto que pedía el organismo para poder sancionarlo. No estamos exentos de responsabilidad. La paz se hace con buena memoria, diplomacia y compromiso de todos nosotros..