Las biografías no mienten: ser hijo de personaje célebre no es nada fácil. Linda como tu madre e inteligente como tu padre debieran ser frases meditadas con más aplomo, antes de proferirlas. Aún sabiendo que se trata de un cumplido, a los que nos toca ser hijos de actores, músicos, directores, periodistas o conductores nos pesa sobremanera el traje que eligieron nuestros padres y que no nos pertenece. Quienes los admiran y viven sus vidas como ideales, les cuesta imaginar que sus hijos  tengamos otros talentos e inclinaciones. Que nuestros padres hayan elegido ser figuras públicas no significa que todos los hijos queramos seguir sus pasos. Es tal la importancia que la sociedad actual otorga a la fama, que a la mayoría de las personas les resulta inadmisible que quienes tengan los medios para hacerse famosos, no deseen serlo.

      Recuerdo las dos o tres  veces que Alejandro Romay me preguntó cuándo me integraría a la novela de la tarde en Canal 9 , Aprovechá la pinta que tenés! decía convincente y de  las peroratas de Amelia Bence para que siguiera los pasos de mis ancestros. Sin embargo, yo me sentía atraída por un mundo intimista y simbólico. Me resultaba agresiva la exposición de mi imagen, algo similar a lo que sucede con el chamán de la tribu y la fotografía. No obstante, he crecido con los hijos de padres famosos (los amigos de la familia) y encuentro a casi todos, hoy día , huyendo de la sombra de sus progenitores. Y eso que mis padres nunca fueron populares. No quiero imaginar la presión que sufren los jóvenes hijos de los mediáticos, con tantos ojos sobre ellos. Observo, a la vez, que no todos los descendientes del árbol de neón tienen conciencia de su falta de talento. Sea por adulación o por facilismo, algunos hacen papelones y son el hazme reír de las ruedas vespertinas de los periodistas sin escrúpulos. Usan las ropas extravagantes de sus padres, creyendo que les insuflará genialidad, promueven escándalos sexuales para que los recuerden, se transforman en divos a través de las cirugías o , simplemente , salen a robar.
Con tristeza he leído la noticia del hijo de la conductora Federica Pais, Dante Casermeiro, que se divertía saqueando con su moto por las calles del elegante barrio de Olivos. Bello, joven y adinerado, creyó pertenecer al Olimpo de los dioses argentos. Le hizo caso a los aduladores de turno, que le dijeron al oídos desde pequeño _ Pibe, disfrutá de la vida, vos que las tenés todas..
Recuerdo el dolor de María Vaner, cuando supo que encontraron al hijo que crió junto a Leonardo Favio robando en Brasil y estuvo preso durante años en la cárcel de Carandirú. Se llamaba igual que el padre, Leonardo Jury. En una oportunidad, me pidió que lo fuera a visitar, a llevarle unos jeans. Nunca hubo encuentro, él no quería recibir a nadie.  A su madre no le alcanzaban las lágrimas para el consuelo. A partir de ese acontecimiento, la hermana de Norma Aleandro hizo un giro espiritual trascendente. Cambió su alimentación, empezó a meditar y a participar de actividades solidarias. Comprendió que la superficialidad era el rostro menos amigable de la popularidad. Charlamos mucho hasta su muerte, en el 2008 y la  recuerdo hasta el día de hoy como una mujer cálida y humana.
 (Ilustra Immortality, de Marco Battaglini)