Nadie sabe por qué se dan las cosas, los acontecimientos a veces tienen raíces insondables. He conocido a un sujeto que ha tocado el amuleto un segundo antes de que el colectivo frenara ante sus narices, otro que ha cambiado el número de la lotería sobre la marcha y resultó afortunado, quienes han salvado su casa del incendio por olvidarse la billetera y otras pequeñeces. Probablemente hayan existido quienes tocaron su amuleto sin convicción y terminaron bajo ruedas, quienes cambiaron el billete ganador por el perdedor y los que regresaron a casa y fueron recibidos por los bomberos, pero esas historias no llegaron a mis oídos. Siempre me intrigó la manera sutil que tiene la vida de invitarnos a participar del juego de la revelación. Y porque ella sabe que me agrada bucear en aguas profundas, me propuso un acertijo al cuál acepté gustosamente. Estaba yo un sábado de abril caminando por la calle Cuba, famosa por sus plátanos añejos, locura de los encargados por la tonelada de hojas que largan en otoño y de los alérgicos por la pelusa que despiden en primavera, cantando una canción de infancia e inspirada por la belleza del lugar, cuando vi a menos de un metro de la entrada del supermercado al que me dirigía algo que brillaba en el piso y resultó ser un aro de oro. Sorprendida lo levanté, constaté que el cierre estaba en perfecto estado, lo metí en el bolsillo del pantalón y entré a hacer la compra. Al regresar a casa por el mismo camino escuché que tarareaba la misma canción, se me había pegado, pero esa vez le presté atención a la letra:
Si esta calle, si esta calle fuera mía, mandaría, mandaría tapizarla con piedritas, con piedritas de brillantes, para ver, para ver mi amor pasar
Es una canción de cuna brasileña muy popular en el siglo pasado, que cuenta el romance de un ángel y una muchacha, una relación imposible, sin alianzas.
En esta calle , en esta calle hay un bosque que se llama, que se llama Soledad, dentro de él, dentro de él vive un ángel, que robó, que robó mi corazón
Pensé, las alianzas de los novios son de oro.
Si robé, si robé tu corazón, tú también, tú también robaste el mío. Si robé , si robé tu corazón, es porqué , es porque eres el amor mío
Supe que existía un aro gemelo tirado en alguna vereda del mundo, esperando que lo encontrara. Era una certeza que , lejos de obsesionarme , alegraba mis días . Mi destino estaba sellado al de Misterio, un enamorado que no me permitía ver su rostro, pero que cuidaba mis pasos y me sorprendía con su creatividad.
Cinco años después, tarareando la misma canción por las calles de Bolonia, encontré el segundo aro. Idéntico, con el cierre sin falsear, como si hubiera salido de una joyería.
Cuidado con la playlist que llevás en la cabeza. Ella puede definir tu vida.
(Ilustra obra de Paul Klee, Angelus novus, 1920)