Hace unos años una joven actriz argentina fue a pasar una temporada en un templo budista en Nueva York, para perfeccionarse en la técnica de mindfulness ( conciencia plena) y hurgar en su interior.  El resultado de su estadía fue exclusión de la mayoría de las actividades en dónde participaban solamente varones , anonadamiento por el lujo en el que se movía la élite del grupo, obligatoriedad de trabajo gratuito y, como broche de oro, un insistente acoso sexual . Como es mi amiga, le pedí que denunciara la corporación y, aterrada, no sólo no tuvo el coraje de hacerlo, sino que sufrió una dura crítica de sus colegas argentinos  tras la huida silenciosa que emprendió a Buenos Aires.

    Con alegría leo que Shambhala International , una red con más de 200 centros budistas ubicados en más de 30 países empieza a ser denunciada en todo el mundo. Su líder, Mipham Rinpoche, hijo de Chogyam Trungpa, nacido en Tibet y conel título de Sakyong, que traducido significa rey, fue denunciado exactamente por las mismas causas por la cuál mi amiga regresó despavorida de su viaje iniciático fallido.
     Creadores de la técnica Mindfullness, que nada más es que una abordaje budista del control mental, ganaron millones de adeptos, hicieron fortuna, vendieron libros a rolete y defraudaron sin pruritos a un sideral número de personas, proponiendo el “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”.
      ¿ Cuál es el precio de seguir a un líder espiritual en la actualidad? Por qué ponemos nuestras convicciones en manos de vendedores de humo? Por qué un cura pedófilo tiene primeras planas en los diarios y éstos señores vestidos de oro y plata que son acusados de lo mismo son denunciados con un pequeño recuadro en los diarios? Lejos de proteger a los primeros, creo que la excentricidad les vale a los orientales una invulnerabilidad inconcebible.  Hoy es chic ser de una religión extraña, de la que no saben ni de qué se trata…
        Es indudable que hay una crisis de liderazgo religioso a nivel mundial. Y que la libertad religiosa debe ser absoluta. No obstante,  les pido a los lectores de ésta columna que piensen dónde y a quién les ofrecen sus plegarias.