Cuando en la película Maestro, nominada al Oscar, Felisa increpa a Leonard Bernstein por los comentarios del entorno sobre su vida privada, no pude dejar de sonreír. La esposa del que fue el director número uno de orquesta norteamericano, mujer libre y desprejuiciada, no podía tolerar que la bisexualidad de su marido estuviera en boca de todos. Víctima de las circunstancias, ella empieza a deprimirse, hasta llegar a la enfermedad y a la muerte.
¡Qué tremendo poder tienen los chismes!
Desde hace un tiempo una repulsión inevitable me invade cuando tratan de participarme de la vida íntima de las personas. Percibo que el lente del otro, agudo para lo ajeno y laxo para sí mismo se reviste en ese momento de una densidad tormentosa, de una nube negra que no desagua, pero que tapa el sol que antes brillaba en sus ojos. Cuando la vida ajena es expuesta sin remedio, cuando no hay compasión ni misericordia y nos volvemos crueles porque sí, difamando, juzgando, resquebrajando amistades y amores, guillotinando cabezas para alimentar el morbo de un público sediento de sangre, descendemos varios escalones en la escala evolutiva. Me compadezco de los que trabajan de ese oficio poco noble que consiste en hacer leña del árbol caído. Exploran el lado B de la vida de las figuras públicas, se meten en su intimidad, en sus redes sociales, los espían desde lejos y a veces contratan detectives para que descubran sus deudas e infidelidades. Los envidiosos, aplauden y se regodean. ¡Qué desperdicio de tiempo, cuánto desamor!
Desde el punto de vista de la energía, el chisme degrada a quien lo pronuncia, más que a la víctima. Es un boomerang que, tarde o temprano, retornará con la fuerza del karma.
Cuando somos víctimas de las habladurías (ninguno está exento) debemos redoblar las protecciones espirituales, lavar las medallas con agua de luna o agua bendita, convocar a las huestes de San Miguel Arcángel, visitar un templo, peregrinar. Actuar con rapidez. Los síntomas cuando hablan a nuestras espaldas son inquietud, pesadez, dolor entre los omóplatos e insomnio.
Como medicina preventiva recomiendo destronar a los envidiosos, esa plaga que prolifera año tras año y habituarse a no ser espectador de la desgracia ajena. El Salmo 3 de David es una maravilla, ténganlo en cuenta.
Obra de Gail Wegodsky