En la época victoriana se puso de moda el Lenguaje de las Flores . Como la reina era amante de la jardinería y los motivos florales formaban parte del tapizado del mobiliario y entelado de las paredes, ésa tendencia se extendió por el mundo con la misma rapidez que el idioma Inglés fue sustituyendo el Francés como idioma universal. Virgílio, Shakespeare y Keats eran grandes conocedores del simbolismo que representaba cada flor. El amarilis, que en griego significa “deslumbrante” ,en italiano pasa a ser la belladona, o hermosa mujer, está relacionado con el orgullo. Nosotros la llamamos azucena. Quién regalara o hiciera arreglos de mesa con ésa flor estaría considerado, hace dos siglos atrás, una persona de mal gusto, porque estaría demarcando su posición social por encima de la de los demás. No obstante, era considerada un halago si viniera como regalo personal de cumpleaños o ascenso profesional.  La rosa, tan aclamada, en el caso de que fueran  rojas expresaban pasión; rosadas, respeto y fidelidad, pero si el buqué estaba compuesto solo por rosas amarillas señalaban que el amor estaba llegando a su fin. El clavel matizado era la señal de que la cita no se concretaría, ya el rojo era símbolo de devoción espiritual, dado que simbolizaba la sangre de Cristo. Los lirios marcaban el retorno a la felicidad luego de un largo período de tristeza y el jazmín blanco, el máximo elogio a la elegancia.

       En una época en la que pocos cultivan su jardín y el nombre de las flores es cada vez menos recordado, cerramos la nota con la camelia, símbolo de la belleza perfecta, inmortalizada por Alejandro Dumas y su dama homónima. Aunque el personaje se llamaba Violeta, flor que celebra la intensidad de la vida, ya que  se marchita pronto cuando se la arranca de la planta.