Ave endémica sudamericana, incapaz de volar, pero corre que da gusto. Para atraparlas se crearon las boleadoras. Sus hábitos alimentarios son los más variados, comen insectos, hierbas, roedores y hasta pequeños mamíferos. Cuando le digan “traga como un ñandú”, pare de comer. Significa que está haciendo papelones, engullendo sin masticar lo que venga. Materia prima de los plumeros, fueron el principal plato en la mesa de los nativos de muchas regiones de Argentina. Primos hermanos del avestruz africano, aunque de menor porte, esconden la cabeza cuando no pueden emprender la retirada. Animal chamánico de muchos humanos que lo admiran por tan descabellada actitud, creen en su fuero íntimo que hundiendo el cráneo en las profundidades de la tierra harán que el problema desaparezca. Creen en la automagia, se convencen que las vacas vuelan y que las cosas se arreglarán sin esfuerzo.
Sin tener nada en contra de la naturaleza, por lo contrario, soy ecologista desde que tengo uso de razón, observo con tristeza como tomamos lo peor de cada especie para readaptarlo al modo de vida humano. ¿ Por qué no copiar la elegancia singular del ñandú, el rol de padre que incuba y cuida con esmero a los recién nacidos o su espíritu comunitario? De los fuegos de artificio del emperador chino , Occidente creó la granada. De la fisión del átomo, la bomba atómica. Pensar en positivo no consiste en tapar lo triste y problemático que sucede alrededor con una sonrisa negadora y esconder la cabeza , sino modificarlo para mejor. Esa es nuestra gran responsabilidad como Homo sapiens, que no quiere decir jabón inteligente para lavar la ropa, sino hombre que piensa.