Experimentan formas novedosas de relacionarse. Se conocen más, no le temen al diván y se animan a aprender arte, cocina o jardinería, sin tenerle miedo a la mirada ajena. Especulan menos, su sí es sí y su no es no. Cuidan el cuerpo para sentirse bien, para estar más saludables, pero le huyen al narcisismo. Se animan a explorar sentimientos, cuidan niños , cada tanto se les escapa una lágrima. No son “raros”: evolucionaron.
El Nuevo Hombre ya está entre nosotros. Mezclado entre los demás, brillan por la autenticidad de sus ideas, el coraje de romper los mandatos familiares y sociales, por la capacidad de utilizar la fuerza masculina que poseen para cuidar a los que aman, ser fieles a sus ideales y leales a sus sueños.
Con gran sorpresa los veo aparecer con sus historias a cuestas, tan distintas a la de sus antecesores, los discapacitados emocionales, que no podían comprometerse con nada ni con nadie.
Dueños de sus historias, sensibles, emprendedores, curiosos, aventureros, de veinte, cuarenta o sesenta años, homo, heteros, cristianos, judíos, paganos, profesionales liberales o escapados de la universidad , el Nuevo Hombre se niega a vivir sin corazón. Panópticos, desparramen la buena noticia: el patrimatriarcado se anuncia. Una Era más justa se avecina.