Una amiga brasileña me mandó este cuento anónimo y lo quiero compartir porque resume una linda manera de ver la vida y nos sirve para entender lo efímera que es la existencia.

Un rey tenía cuatro esposas . A punto de despedirse, ya en su lecho de muerte , inquieto por lo que le pudiera tocar en suerte  le pidió a su cuarta esposa, a la que él más amaba y cubría de joyas y vestidos caros, que lo acompañara al más allá. Desconcertada, le dijo que la disculpara, pero que de ninguna manera podía hacerlo. Y se fue de la recámara , sin dar más explicaciones. Ante la respuesta tajante recurrió a su tercera esposa, el diamante de su corona, la que lo acompañaba como representante oficial a los reinos vecinos como  consorte por su belleza y altivez, que no lo dejara solo en el pasaje. Ella fue aún más dura. Le dijo que no sólo se quedaría en la tierra sino que tenía pensado casarse nuevamente después que él muriera. Desconsolado, el rey mandó a llamar a la segunda esposa, la más querida por el pueblo por su encanto personal y buenos modales. No tan cruel, más diplomática, también de dio un no por respuesta. Sin embargo, le prometió organizar  un funeral inolvidable. Sin necesidad de que le pidiera nada, a sabiendas del abandono del rey,  fue la primera esposa la que le dio un inesperado sí como respuesta. Aseguró que no tenía problema en acompañarlo adónde él  dispusiera. El monarca se avergonzó , ya que la había abandonado por completo por años y  había olvidado su incondicionalidad .

Moraleja, todos tenemos cuatro esposas. La primera, representa nuestro cuerpo, al que amamos y adornamos con joyas  y finas prendas. Mantenerlo   insume gran parte de nuestras preocupaciones. Se nos va la vida pensando qué clase de alimentos consumiremos  y  la preparación física adecuada para mantenerlo vigoroso.  No obstante, es sabido que  no podrá  acompañarnos al otro mundo. La segunda esposa son los bienes materiales. No sólo se quedarán aquí, sino que se repartirán en otras casas e instituciones. La tercera esposa son nuestros seres queridos, el grupo social. Disfrutemos de ellos, a sabiendas que podrán acompañarnos sólo hasta el funeral. Y la cuarta esposa es nuestra alma, a quién poca importancia le damos, pero es la única que podrá atravesar el umbral de este mundo y quitarnos el miedo a lo imprevisto.

Cuando las salidas se obstruyen y sentimos estar atrapados en la adversidad, recordemos que hay un camino luminoso  que nos lleva al centro de nosotros mismos , en dónde reside la chispa de la divinidad. Ahí se encuentra el Palacio del Alma, en dónde siempre podremos refugiarnos. Ningún GPS podrá indicar el sendero perdido. Sólo en contacto con lo sagrado podremos acceder a ese rincón del universo cuyos bosques están intactos y las puertas del castillo tienen tallado en la madera nuestro monograma.

 

(Obra de Mikhail Vrubel)