Cuando nace una niña tras un parto o embarazo difícil suelen llamarla Milagros. ¿ Y cuando nace un varón? Cómo resolver ése enigma, esa injusticia de género?
Hace mucho tiempo un linyera vidente que vivía en lo que eran las ruinas del antiguo mercado de Abasto y con quién conversaba cada tanto me dijo que yo había venido a la Tierra para volver a confiar. Que mi alma se había vuelto incrédula y que sería un largo aprendizaje recuperar la ingenuidad. Corría el año 1982 y las Malvinas dejaban de ser oficialmente argentinas, mi madre volvía a trabajar en el país tras la separación de su segundo marido( cuya familia de doble apellido y rancia estirpe brasileña nos hizo una megaestafa , dejándonos en la calle) ese mismo año había reprobado el examen de ingreso a la universidad, en síntesis, nada más alejado que el sueño de la juventud dorada. De hecho, conocí al Profeta buscando departamento para comprar con la poca plata que nos había quedado. Estuve a punto de concretar la operación, pero me disuadió que en un predio vecino se había instalado una fábrica de queso que emanaba un tufo insoportable las veinticuatro horas del día. No obstante, me quedó el amigo, con quién iba a charlar cada tanto. Le decían el Profeta por la barba larga y por haberse despojado de sus bienes materiales, que según él, lo distraían de las cosas importantes de la vida. Tenía un living en plena calle con mesa ratona y sillones de cuerina roja, dos perros , libros y unas mantas viejas. Ese era todo su patrimonio. Todavía no sé qué fuerza extraña me llevaba a buscar su consejo, pensaba que podría ser la encarnación de Diógenes o la de algún sabio hindú que se equivocó de vientre y vino a parar por equivocación a estas latitudes. Lo cierto es que el Profeta era sabio, histriónico y, a la vez, muy respetuoso. Nunca le faltaba el diario , aunque del día anterior, detalle que no le preocupaba en absoluto. Las noticias no cambian en veinticuatro horas, decía. Sabés nena las veces que tuve el diario en la puerta y no pude abrirlo porque no tenía tiempo? Para bañarse y dormir usaba la estructura del viejo mercado, un boliche regenteado por un gallego le daba de comer , hasta tenía familiares que lo iban a visitar cada tanto. Hacerse malasangre es una opción personal, era una de sus frases preferidas y hay que tomar las cosas con sabiduría, otra de sus máximas. No usaba cartas ni efemérides, simplemente miraba a los ojos y hablaba. Y lo que quedaba de mí, hecha trizas, escuchaba.
El tiempo pasó y pude comprobar muchas cosas que dijo el Profeta. Ingresé al año siguiente a la facultad, conocí lugares nuevos, conseguí trabajo, me enamoré y dos décadas después visité en Israel la cueva en el que Elías se refugió de sus perseguidores. No pude evitar pensar en él, en el confort espiritual que supo darme en momentos difíciles y de nuestro último encuentro, en vísperas de Navidad, cuando le llevé una botella de champagne y un pan dulce. Me mudo a Mar del Plata, nena, no vamos a volver a vernos por mucho tiempo. Recuerdo la tristeza que sentí mezclada con su algarabía, combinación que produjo un remolino desconcertante que aún emite sus efectos. Hacía tiempo que el Profeta quería vivir junto al mar. (De hecho, Elías sufría estando lejos del Mediterráneo). Nunca supe los factores por el cuál él no pudo hacerlo antes. Tampoco quise averiguar. Lo único que pregunté antes de despedirme fue su nombre . Milo Fuentes, pronunció sin orgullo, casi avergonzado por poseer un nombre humano. En la cueva de Elías lo tuve presente y pude agradecer sus buenos consejos, en el mismo lugar en el que entendí que ése es el nombre con el que los ángeles designan a los varones nacidos tras grandes dificultades y logran, tras largas batallas, alumbrar el mundo oscuro. Ahí supe que no hay injusticia posible en el reino de lenguaje y que Milo es el masculino de Milagros.
(Obra Ayerhoy de Milo Locket)