Los años no vienen solos, eso ya lo sabemos. Los acompañan los achaques, las arrugas y la grasa localizada. No obstante, hay aspectos muy positivos que nos otorga el tiempo. Lejos de querer hacer una fórmula de la felicidad y tomando en cuenta que cada persona es un mundo, enumeré en tres párrafos lo más importante que sucede en líneas generales a los que pasamos los cincuenta años.
Logramos una mayor estabilidad económica y emocional. En el caso de las mujeres, con la menopausia, se nos equilibra el organismo de manera notable. Las que sufrimos los avatares de las menstruaciones abundantes y/o dolorosas, se nos termina el calvario y les aseguro que no hay de qué asustarse. El deseo sexual sigue intacto y no es cierto que engordamos como un pez globo. En el caso de que eso suceda por el cambio hormonal, no hay nada que un nutricionista, un psicólogo y/o un buen médico no puedan reordenar. Lo mismo digo con los señores y sus próstatas.
Resolvemos los problemas de raíz. Ya no damos la vuelta de los veinte, similar a una montaña rusa ; ni la de los treinta, larguísima y con los niños a cuestas; tampoco la de los cuarenta, en la de la segunda adolescencia, el reencaje social, el predominio de lo material sobre lo emocional . Los cincuenta son el retorno a la misión de vida, ya no hay tiempo que perder y nuestra mente lo sabe.
El tercero y el más importante de los regalos del tiempo es la confianza. Hablamos con mayor conocimiento de causa, no dudamos en elegir lo que nos conviene y ya no nos distraen los pececitos de colores.
Las nieves del tiempo que cantaba Gardel son ineludibles, aunque vienen llenas de sabiduría. Ojalá los jóvenes valoren a quiénes la atravesamos, nos pidan consejos y no nos estigmaticen. Dios permita que los adultos la atesoren y no se la pasen queriendo burlar el calendario. Y que los viejos la honren, sirviendo de inspiración a quienes pretendemos llegar hasta las altas cumbres de la existencia.