El título de mejor amiga se devaluó en el mercado nobiliario tras el suicidio de Agustín Muñoz, un joven de dieciocho años, escrachado por abuso sexual en las redes sociales por la  guardiana de sus más profundos secretos.  Como represalia tras una discusión, la joven publicó una falsa denuncia que hundió a Agustín en un pozo depresivo del que  no pudo salir más. Fue un crimen perfecto: la niña llevó su oscuro objeto de deseo  al borde de un abismo , lo vio trastabillar, resbalarse aterrorizado y caer al vacío, sin haberle tocado un pelo. La reencarnación de Yiya Murano, versión Lagos del Sur, ésta vez no cometió deslices. Viralizó el veneno que corrió por las redes como la pólvora, haciendo la delicia del pueblo chico y el infierno grande en la psiquis de Agustín.  “Ella usó mi cabeza como un revólver”, dijo Cerati, que no llegó a escuchar esta historia porque según él, llegaba siempre tarde a todo. “No creerías las cosas que he hecho por ella”, habrá pensado Agustín en soledad, mientras recordaba las veces que Annie se había quedado a dormir en su casa, luego de las mil y una confesiones que se hicieron mutuamente. “Incendió mi conciencia con sus demonios” sonaba en Spotify  cuando Agus le pidió que Annie se retractara en la Justicia , declarando que había mentido y  ella atinó a contestarle por whatsap no, no puedo, posta que no, quitándole la poca esperanza que él tenía de reivindicarla.

 Ante  el descuido del cuidador, el golpe en la herida, la puñalada trapera de quién dice quererte hasta la Luna ¿ qué gravedad puede tener un tiro de gracia? Para un alma sensible que creía poder hacer un mundo mejor (no olvidemos que Agustín participaba de una marcha contra el abuso sexual en Bariloche  cuando supo que su amiga lo había escrachado) ¿ qué otra opción le quedó  sino  comprarse un boleto para el Paraíso?
Hay héroes que merecen ser recordados para siempre. Pronto la opinión pública olvidará a Agustín Muñoz, ese chico que por verguenza , por honor, por hombría de bien, no encontró otra manera de hacer sonar su verdad a los cuatro vientos que quitarse la vida. En un país con el sentido de lo correcto tan tergiversado, en dónde ni las pruebas fehacientes son causales de arrepentimiento, en dónde la mentira, el robo, la coima, el delito se naturalizaron como la Primavera y el Verano, un joven de dieciocho años nos brinda a la comunidad una gran lección. Gracias Agus por recordarnos que la vida humana sólo vale la pena ser vivida si está fundamentada en la verdad y el honor. Aunque te hayan pintado como un debilucho deprimido en los diarios por decidir la hora de partir, tu gesto fue inmenso. La dignidad lo vale todo, campeón,  cueste lo que cueste.