Las torturas del período escolar de mi hijo fueron las mamis de la puerta del colegio, las reuniones de viaje y el family day. Por fortuna y por el paso inexorable del tiempo me libré del chat de mamis. Pero nada, nada se compara a la fauna y a la flora que es capaz de reunir el family day, en dónde uno elige ser observador de lo bizarro o especímen de alguna de sus tantas jaulas. Con la excusa integradora, vestían a los chicos con distintas remeras cuyo único fin es la competencia . Con el argumento que los adultos debíamos ser más participativos , nos sometían al ridículo show de la carrera embolsada, la cuchara y el huevo, el baloncesto entre madres y el equipo de fútbol de los sobrealimentados padres que terminaban con la lengua afuera, recordando los viejos tiempos en los que estaban en plena forma física. Los temas de conversación eran siempre los mismos. Las observaciones, las mismas. Para esa época ya habían implementado en el organigrama una actividad con intención artística, en dónde yo la pasaba un poquito mejor. Sucedía en un cobertizo, estilo quincho, en la que los organizadores disponían pinceles, papel y témperas. Había que dibujar algo alusivo al momento. Opté por retratar el paisaje, mezcla de cancha de fútbol y jardín de paz, en dónde algunos niños rompían la monotonía del verde con sus remeras coloridas. Soy una pintora frustrada, ya lo sé, eso no resiste a ningún análisis. Mientras pintaba , una mami que retrataba la felicidad de su hogar le contaba a otra que ya se había hecho dos lipoaspiraciones, pero que tenía la suerte de tener el culo duro, a prueba de celulitis. Dos papis hablaban de política y de autos, aprovechando el aire libre para fumarse un pucho, bajo la mirada azorada de la profe de educación física.
Cuando llegaba Gustavo (que siempre fue mas sabio que yo), casi siempre la tortura ya estaba por terminar. Dos terceras partes de los chicos estaban tristes porque su equipo había perdido y los docentes gozaban del alivio típico del final de las agonías. Ahora ,a la distancia, pienso que la consigna era En nombre de la felicidad, hagamos el sacrificio.
Celebro el cambio de paradigma de la educación en el mundo. Disfruto que las instituciones se centren en las personas y no en los contenidos, que pueden obtenerse de muchas maneras y no solamente en las escuelas. Aplaudo a quienes se atreven a confrontar el sistema educativo tradicional, al cual no confío en absoluto. Le saco el sombrero a los maestros que no se aglutinan como salvadores del mundo ni como adiestradores de animales de circo, que les enseñan a los chicos a pensar en libertad y no a replicar sus ideas. Abomino a los que, en pos de sus modelos arcaicos, adoctrinan a los alumnos y lavan cerebros, aunque estoy convencida que eso solo puede suceder cuando los jóvenes ya se cansaron de aburrirse en las escuelas en las que los formaron .
Ojalá los tiempos venideros abran ventanas educativas en lugar de cerrarlas. Lucharé siempre por una educación pública conectada con el futuro y con el foco en la excelencia humana y por una educación privada que se proponga a enraizar a los ciudadanos en su país y no a exportar cerebros , con menos halloween y, por favor, sin más family day.
(Ilustración de Benjamín Lacombe para el libro de Frida Kahlo)