El femicidio sigue creciendo en Argentina, en lo que va del 2018 aumentó un diez por ciento con respecto al año pasado. Es una escalada sin fin, que trepa sin parar y no encuentra en las autoridades ni en las instituciones una respuesta adecuada a la gravedad de la situación. La prensa, una vez más, refleja la necesidad de poner el tema sobre el tapete, marca las inquietudes de una comunidad que se siente abatida y, a la vez, anonadada ante el flagelo de la violencia contra la mujer. Como sucede con la Justicia, muchas veces nos toca a los periodistas denunciar lo que otros prefieren callar para no perder sus privilegios.

      Asisto con preocupación el surgimiento de una contraofensiva desleal al movimiento de igualdad de género. Uno de los indicadores, como siempre, es el lenguaje. La proliferación del término feminazi, creado en 1992 por Rush Limbaugh III, líder de los comunicadores republicanos de los Estados Unidos , define así a la feminista militante. Yo me pregunto, ¿ se puede ser feminista sin ser militante? Tanto preocupa a los detentores del poder que nos organicemos? Vale la pena aclarar que mi concepto de militancia no incluye una sede central con reuniones periódicas y sándwiches , pero tampoco me parece mal si decidiéramos hacerlo.
        Lamento que se desparrame tan pronto un término despectivo  que rotula a  las mujeres que luchamos por un ideal de igualdad en la sociedad , sea por exigir salario igual a los del varón,  por pedir seguridad para nosotras y  nuestros hijos ante el cónyuge agresivo , o simplemente, por reclamar respeto para caminar en paz por la calle. Ni femeninas ni feminazis: somos feministas de la Nueva Era,  con mucho honor.