El tema más candente de la semana ha sido la revelación de que una agencia de asesoría de datos políticos accedió a la cuenta de cincuenta millones de usuarios en Facebook para inclinar la balanza a favor de Donald Trump en las elecciones pasadas.
La pérdida de confianza en la red social más utilizada en el mundo ha hecho que cayeran sus acciones en la Bolsa y que pasara a ser cuestionada como fuente segura en el resguardo de información personal. La cuestión que deja posando en el aire, tras el escándalo en dónde el mismo Marck Zuckerberg, CEO y creador de Facebook, tuvo que salir a dar explicaciones, es: ¿ debemos creer en la confidencialidad que nos prometen las redes sociales? Gastamos fortunas en alarmas, puertas blindadas y cajas fuertes, mientras colgamos fotos de nuestros hijos , mostramos la casa y contamos nuestras vacaciones en la web. Hace pocas semanas también fue noticia que la policía pudo evitar un suicidio anunciado en Facebook. Todos los días conocemos el rostro de violadores, asesinos y traficantes que son descubiertos por no saber el alcance de las redes sociales que utilizan, sin borrar las pistas. ¿ Quién puede ser tan inocente de creer que la propia historia no esté siendo investigada?
La empresa contratada, Cambridge Analytica, fue fundada por un amigo personal de Trump, Steve Bannon y según el diario New Yor Times fue responsable por influir en el comportamiento electoral que definió el escrutinio del 2016. La maniobra fue muy sencilla. La empresa contrató a un profesor de psicología de la Universidad de Cambridge,, Alexandre Kogan que creó un cuestionario que prometía revelar el comportamiento digital de cada usuario, App que en realidad buscaba sondear los intereses y marcaba un perfil electoral de quienes lo contestaban.
Con ese material en mano, fue mucho más sencillo lograr la victoria de los republicanos. El engaño fue hecho “con consentimiento”, ya que para bajar una aplicación, uno debe autorizarla.
Hecha la ley, hecha la trampa, dice el proverbio popular. Ahora y más que nunca, ante la trampa, es necesario que se haga la ley que reglamente las redes sociales.