Dinamarca fue considerado por tercera vez consecutivo el país más feliz del mundo. Para esa encuesta no sólo son evaluados el nivel socioeconómico de los ciudadanos, sino también su nivel de satisfacción personal , el acceso al arte, el deporte, cómo se vinculan con las instituciones, la amistad, las relaciones familiares, la cantidad de productos orgánicos que consumen y la sustentabilidad de su energía. El culto a la buena vida es tan serio entre los daneses, que crearon un Instituto de Investigación sobre la Felicidad y una palabra que lo sintetiza, el HYGGE. No tiene una traducción literal. Puede signinficar cálido, ameno, refinado y simple a la vez, Estar con tu amor en una chimenea es absolutamente hygge, cocinar rico para tus amigos, comprar una bombita con luz dorada o ir al trabajo en bicicleta también lo son. Proporcionarnos alegrías simples, irradiar la paz que solemos tener cuando nos sentimos completos es un camino para alcanzar ésa plenitud.
La adrenalina, cuando se acciona como modo autoestimulante, se vuelve adictiva. De ahí nacen las ansiedades y su próxima estación, la dependencia. Ser hygge es también ser libre de los efectos lumínicos que provocan los fuegos de artificios. Es preferir las estrellas y su existencia sin estruendos. Estar en el momento presente. Disfrutar de la calidad de los materiales. No deshacerse de lo que nos hace feliz. Consumir la vida en vez de ser consumido por la sociedad tragamonedas del tanto tienes, tanto vales.