Empezar el año para algunos significa cambiar el calendario y , para otros, proponerse metas nuevas. A los primeros suele acompañarlos el miedo al paso del tiempo, sazonado con grandes cucharadas de  resignación. Total, el tiempo pasa para todos. Al segundo grupo, al que pertenezco, aprendimos que lo único que nos diferencia del  anterior  es que nos entrenamos para mirar el mundo desde la óptica de la oportunidad. No hay problemas, sino aprendizajes y para cada cuestión hay más de una resolución . Para implementar el nuevo pensamiento, el  que nos permitirá cambiar de bando y reinventarnos, hay que conocer las tres reglas básicas de la espiritualidad : todos tenemos la posibilidad de mejorar  nuestra condición humana cada día , el amor no conoce raza, credo, color o edad y la verdadera salida es hacia dentro. Claro está que para proponerse objetivos hay que trazar un camino, aplicar una estrategia y no dormir demasiado. Aletargarse, no. Aburrirse, no. Luchar por lo que uno quiere, sí. Una simple idea ejemplifica este sistema de pensamiento: un robot no es la cima de la civilización, es una partícula infinitesimal de todo lo que el hombre es capaz de crear. Tiempo no es dinero, es lo que nos encamina al sendero de la sabiduría. Que nos desviemos por ignorancia es nuestra responsabilidad, no la del sistema. Para alcanzar esta vibración, la de mirar el medio vaso lleno y dejar de lado el papel de víctima habrá que probar alcanzar una y otra vez un blanco ineludible y coronar el propósito de todo arquero: poner en práctica el poder de la intención. No es simple, pero como sucede siempre que logramos algo difícil es cuestión de entrenarse, mejorar las marcas  y repetir hasta que se superar el problema se torne un hábito.

Lo más complicado  de afrontar en la primera etapa de esta transformación  es la oscilación del estado de ánimo. Quienes vivan en una montaña rusa emocional estarán destinados al fracaso en lo que respecta este tema. Para afrontar ese tsunami es fundamental la introspección, el conocerse, meditar, rezar, leer y observar. Cualquiera de esos instrumentos son soportes eficaces para no oscilar como un niño ante los problemas que nos toca a todos atravesar. Hacernos fuertes en la bondad, no caer en la trampa de los facilismos y sobre todo, no metirnos  para justificar errores de base que nos lleva a la corrupción y al embeleso del ego son ejercicios  espirituales que  le darán potencia vital  a nuestra intención y nos permitirá alcanzar la paz interior, la que prefiero llamar estabilidad.  Sin ella, todo es vano. Lamento decepcionarlos si pensaron que la intención se basa simplemente en el deseo . El Secreto es un libro atractivo, vendió millones de ejemplares, pero no sirve para nada. Si la intención no está conectada con nuestra máxima potencia, por más que uno se la pase decretando, de nada servirá. La trampa de la new age  (entre otras) es hacernos creer que todo es simple y de fácil ejecución , cuando todo proceso es complejo y requiere dedicación. Funciona como una dieta en la que se cuentan calorías y no se cambian hábitos alimentarios, dentro de seis meses los crédulos volverán a su peso anterior. Para intencionar algo que uno quiera realizar, lo principal es conectar la fuerza del espíritu y para eso hay que aprender a salir del letargo y  destituir algunos postulados que nos han inculcados y son falsos. Uno de ellos es repensar nuestro poder de reacción. Como corderos de corral, creemos que  aceptar todo con pasividad nos hará evolucionar como personas. Encerramos una fuerza descomunal con el propósito de domar la fiera que nos habita y terminamos siendo una caricatura de feria.  Enojarse no está mal, el tema es lo que uno hace con ese enojo. Si lo usamos para la construcción de un sueño, bienvenido sea. En el caso de que lo usemos para la destrucción del prójimo, será energía tirada a la basura que alimentará a los carroñeros.

Intencionemos en la calma de enero lo que deseemos para el año que se inicia. Propongámonos realizar todo aquello que nos haga felices, no obstante, empecemos por analizar si eso nos ayudará a ser  mejores personas, si se expandirá en el bien común o, por el contrario,  no terminará por  interrumpir el paso de quienes vienen detrás nuestro. Pensemos en el futuro de las generaciones futuras, seamos amplios y generosos en nuestro deseo. Si la intención no viene de la mano de la luz, modifiquemos la consigna. Y hagámonos fuertes entre todos, ninguna intención se ha realizado bajo el manto de la debilidad.

 

(cuadro de Maxfield Parrish, Morning)