Hay mucho escrito sobre la simultaneidad de los inventos y la gran coincidencia que los rodea. Los más asombrosos, quizás sean los del escocés naturalizado norteamericano Alexander Graham Bell y la inglesa Elisha Grey, que solicitaron la patente del teléfono el mismo día; Charles Martin Hall y Paul Herout, inventores del aluminio, que la pidieron la misma semana. Casi dos siglos antes el dúo Newton – Leibniz, en el siglo XVIII, confluyeron con el desarrollo simultáneo del Cálculo Infinitesimal. Isaac Newton, mientras desarrollaba la Teoría de la Gravitación Universal en 1704 sintió la necesidad de elaborar un instrumento matemático a la altura de sus investigaciones, sin saber que al mismo tiempo Gottfried Leibniz, en Hannover, Alemania, sentaba las bases de la misma teoría. Otra controversia fue la de Charles Darwin y Alfred Wallace, que el 1855 pensaron en simultáneo la Selección Natural de las Especies. En su Diario Íntimo, publicado años después por uno de sus hijos, Darwin habla con sorpresa y un dejo de culpa sobre el perturbador descubrimiento que ambos, palabras más, palabras menos, sacaron a la luz.
El místico Swedenborg, ya en el siglo XVII dijo que los ángeles eran los responsables por dictar a los seres humanos los nuevos descubrimientos. Y que no era uno sólo, sino que son varios los responsables por inspirar a los hombres a realizar hallazgos. La contemporánea Teoría de las Cuerdas de Rupert Sheldrake afirma que el tiempo sólo existe en la relatividad del espacio y que se relacionan varios mundos coexistentes, llenos de información, que se tocan permanentemente. El que tenga la osadía, la inteligencia y el coraje de adentrarse en ellos , se adueñará de sus tesoros. Y también de sus fantasmas.