Mujeres argentinas, les pido que hagan la prueba de taparse los hombros y cabeza cuando haga más de treinta grados de calor. El “hiyab”, que completa la vestimenta de las mujeres islámicas, es usado en la mayoría de los países que supera ampliamente esa temperatura. No es un argumento que estén acostumbradas, ya que ningún hábito contrarresta los efectos producidos por la madre naturaleza. Tampoco lo es que muchas lo usen. Cuando la ley se impone por el miedo, lo más probable es que muchos la acaten el silencio. No olvidemos las jóvenes musulmanas en el suburbio parisino que fueron “prendidas fuego” porque no llevaban el velo reglamentario, el año pasado.
Lo asombroso es cuando las propias mujeres promueven las ataduras que las cercenan.
Con gran tristeza asistimos el lanzamiento de la muñeca Barbie vistiendo la hiyab. En un momento en el que los juguetes en el mundo aspiran a la igualdad, la empresa Mattel apunta a las diferencias. Recordemos que la muñeca más famosa de la modernidad enarbola los ideales de libertad propios de Occidente. Naturalmente, dirá cualquier comerciante, es un mercado inmenso. Argumentando la aceptación del factor cultural de cada pueblo venderán millones de muñecas, sin saber que estarán esparciendo a las nuevas generaciones el mensaje subliminal que trae todo juguete: ésta sos vos, resignáte. Dos pasos para adelante, uno para atrás. Ésa es la historia de la mujer en el mundo que nos toca vivir.