Ella conoce la máxima salomónica que afirma que no hay nada nuevo bajo el Sol, pero prefiere creer que todo está por escribirse. Probó la macrobiótica y se enamoró de las algas marinas, casi lo único que quedó en la vida actual de una dieta con marketing innovador y cien mil preceptos diarios para obedecer . Lo mismo sucedió con el hinduísmo, el chamanismo y la meditación trascendental . Entendió que hay verdades en todas las mancias, los ismos y religios, no obstante, comprendió que la espiritualidad es el todo y las demás son la parte, llámense como quieran llamarse. También se enamoró del conocimiento, con él siguen siendo amantes, no la va con la new age pero sí flashea con la literatura. La chica cuántica aprendió las leyes de Newton que componen la física clásica ( en su adolescencia estudió ciencias exactas) , pero cuando supo que existía el bosón de Higgs se le dio vuelta la cabeza como a una lechuza. Esa partícula elemental que adquiere masa a partir del campo magnético en el que actúa y se mueve con total  libertad resumía toda la complejidad de su filosofía de vida. No todo es lo que te dicen. No todo es lo que parece. Hasta que no encuentres la respuesta, no descanses, repite al despertarse el  mantra milenario. Todo es mejor de lo que te cuentan.  Conócete a ti mismo, dijo la sibila de Delfos. Describe a tu aldea y describirás al mundo, parafraseo McLuhan copiando a León Tolstoi e inaugurando la era de la globalización. Amó a los tres, pero ninguno logró atraparla.

La chica cuántica pensó antes de autodefinirse como tal , es tan cierto que los extremos se atraigan como que lo afín busque lo afín. Con qué respuesta me quedo? Fue cuando entendió que se producían energías diferentes en los encuentros posibles y que no eran dos las posibilidades sino cientos, miles, quizá millones. Investigó y entendió que las grandes verdades tienen un grado de simpleza abrumador y que todo llega en el momento certero, como las rueditas a las valijas. Cuántos siglos cargaron al hombro sus equipajes los viajeros? Algo tan sencillo danzaba ante los ojos semicerrados de los cuerpos exigidos hasta que uno de ellos, un chique cuántique ,  se negó a cerrarlos y vislumbró millones de bolsos de higgs apoyados sobre estructuras un poco más grandes que los rulemanes en las estaciones de tren y aeropuertos. Listo!  Ni se le ocurrió patentarlo. Para la raza cuántica lo bueno, si no es para todos, deja de serlo.

La chica cuántica supo que era distinta porque todos lo somos y no se dejó abrumar por la mirada del otro sobre su vida, única y múltiple, como las letras, los números y los elementos de la tabla periódica. Saca diariamente de su bolsa de Runashiggs la que va a ser su guardiana por 24 horas . Ama y cultiva el pensamiento, celebra la ciencia, la amistad (que no deja de ser otra forma de amor, la mejor ) y las manifestaciones del destino en el transcurrir del tiempo, que no es lineal sino helicoidal. No cree en la vejez, tampoco en la infalibilidad del Papa.

Comprende que nadie se salva de las críticas y que éste  no es un tiempo fácil para los librepensadores.

Sin fecha de vencimiento ella sabe que  los cuánticos están  dónde tienen que estar, siempre en el momento preciso y de la manera perfecta. A diferencia de los demás, todo para ellos es sagrado y nadie se irá de este mundo sin haber amado a alguno  o, al menos,  sin haber participado de sus profundos misterios.

 

(Ilustra la pintora surrealista Daría Petrilli)