La manipulación en las relaciones humanas está en el foco de todos los que estudiamos el comportamiento social. Los comunicadores ponemos el zoom en el modo en el que el emisor transmite un mensaje y en el modo en el que el receptor lo decodifica. Cuando el contenido de lo que se quiere expresar desea someter a su voluntad al otro, sin tomar en cuenta sus necesidades , estamos ante un manipulador. Tomando en cuenta que toda comunicación se basa en un intercambio, podemos decir que aquél que se relaciona con un manipulador tiene muy pocas chances de ser escuchado. Los artilugios utilizados por éste para imponer su “verdad” se basan en la descalificación de la otra parte, regla que a través del tiempo redunda en una dilapidación de la autoestima del receptor.
Ante el menor intento de salir de su atrape, el manipulador amenaza con abandonar la relación. Es una de las formas más comunes de atar más fuerte el lazo al cuello de su presa. Y cuando por fuerza del trabajo interior logra sostener un cambio verdadero y sigue su proceso de liberación, el manipulador saca a relucir tres versiones de sí mismo.
La primera es el arrepentido , figura en la que admite sus errores y busca repararlos. Elimina todo vestigio de crueldad y se transforma en el hermano, socio o amante ideal. Cuando el que desea tomar distancia sigue en su postura (generalmente porque ya reincidió varias veces sin éxito alguno) , surge la segunda versión, la víctima. En el intento de general culpa en el otro, tocará sus puntos débiles y abrirá los arcones del pasado con su propia versión modificada de las crisis anteriores. Recurrirá al melodrama y a las somatizaciones físicas. Si aún así la otra parte sigue sin caer en la trampa, surgirá su tercer versión, el verdugo. Rostro sin máscaras, al descubierto, ya sin nada que perder, mostrará quién es, sin tapujos. Es la versión más dura . Saldrá a relucir su furia, deslealtad, ambición, egolatría y vanidad. Porque detrás de cada manipulador, tenga el género que tenga, se esconde detrás de su colección de máscaras un ladrón de la vida ajena.