En la entrada del Santo Sepulcro hay una columna en la que algunos peregrinos se inclinan a rezar. Es como las demás, de mármol gris gastado por el tiempo y se encuentra a la sombra del campanario, pero quién la reconoce deja su plegaria apoyando sus manos en la piedra fría o en un pedazo de papel escrito. Cuentan los que saben que desde la Resurreción de Jesús el Patriarca griego entra al recinto para celebrar el ritual del Fuego Sagrado, el Sábado Santo. No obstante, en el año 1579 los turcos impidieron a los cristianos celebrar el misterio. Hay versiones que afirman que fueron los armenios los que corrompieron al sultán Murat para que pudieran orar solos . Al menos eso afirma Haris Skarlakidis, autor de El fuego sagrado: el milagro del fuego en la Tumba de Jesús. No importan los detalles, el asunto es que el Papa Ortodoxo no pudo entrar a ritualizar ése día y tuvo la brillante idea de rezar frente a la columna en cuestión, que se encendió como una antorcha, lo que le permitió la entrada.
Tantos fueron los testimonios que cinco siglos después la noticia sigue causando admiración y fervor religioso. Hasta el mismísimo emir Tunom se convirtió al cristianismo, quién vio el milagro desde la mezquita de Omar, vecina al lugar. Tal fue su arrebato de devoción que bajó el emir del minarete en el que se hallaba a incrustar clavos en el mármol del Sepulcro( que están hasta el día de hoy). A causa del calor se hundía el metal sin resistencia, como si fuera en la cera.
No le salió gratis la escena al emir. Su apostasía lo condenó a morir en hoguera de la mano de sus hermanos de la antigua fe. Por supuesto, fue canonizado por la iglesia griega y su fiesta se celebra a cada 18 de abril. Sus restos se conservan en Jerusalén, dónde se encuentra un ícono que lo representa al lado de la columna inflamada, con vestimentas otomanas , una cruz en la mano y un turbante.
Esta es la historia del casi desconocido santo de los arrebatados y de los apasiondos , San Tunom, el loco de la columna de fuego.