Sobre gustos no hay nada escrito y, a la vez, se han impreso miles de libros y artículos sobre el tema. Umberto Eco en su obra Historia de la Belleza cuenta que para Baudelaire el ideal para definirla era lo extravagante que no llegaba a rebalsar, que convertía  algo común, persona, paisaje u objeto, en especial. Ya para Nietzsche, el filósofo alemán, lo bello no era algo monolítico, para entenderlo había que dividirlo en dos y remontar a la Antigua Grecia. En su libro El origen de la tragedia explica la belleza apolínea, simétrica, solar, que deleita y genera admiración y la dionisíaca, exuberante, provocadora, que incita a hurgar en nuestro yo más primitivo. La belleza del medioevo fue diferente de la renacentista. En períodos en los que la humanidad se vio sumida en guerras interminables el concepto estético cambió, el arte, la arquitectura y la moda pegaron giros diametrales. Lo mismo sucedió al instalarse la sociedad de consumo y la propaganda.

Hoy asistimos al derrumbe de la dictadura de lo bello. Ya se ven mujeres con vitiligo en las tapas de revistas y el modelo europeo de belleza va dejando lugar a la variedad de fenotipos que habitan el único planeta posible. El conductor del noticiero ya no es el carilindo y el estereotipo de la rubia tarada, de a poco, se va volviendo obsoleto. Ya no causan gracia los sketchs de Porcel, sino que  provocan lástima y, quien sabe, algo de autocrítica a aquellos que alguna vez les arrancó una carcajada.

Lo cierto es que nadie quiere lucir un esperpento. La belleza conmueve y sigue abriendo puertas a la hora de definir un trabajo o una pareja. La industria de la cosmética y la moda venían creciendo año tras año antes del COVID-19  y esa es la prueba numérica de que no le somos indiferentes.

¿ Qué nos dejará la pandemia que asola al mundo, con respecto al nuevo canon de belleza ? Me sorprende la cantidad de  personas que engordaron por el sedentarismo y no parecen  preocupadas en volver al peso anterior. Otras se pasean con sus canas plateadas a la luz del día, sin intención de volver a teñirse la cabellera. Los gimnasios siguen cerrados, las uñas respiran sin esmaltes, los hombres ya instituyeron las zapatillas como calzado oficial. Creo que si veo a uno con corbata me desmayo.  Si bien la tendencia en lo que respecta a la moda se inclinaba a lo despojado de líneas puras , menos artificiales , este tiempo de aislamiento profundizó la búsqueda de una cierta genuinidad.

Sin resistencia, el bicho maligno derrocó en pocos meses años  de dictadura de un ideal de belleza vacío, cuyo centro era la vanidad y la aprobación de la mirada ajena.

Ojalá este tiempo incierto nos inspire a crear nuestro propio estilo personal, más relajado , sano, natural y desprejuiciado. Y menos consumista.

 

Pintura de Bartolomeo Véneto, Flora (c.1507-1510)