Cuando Marguerite Duras escribió El amante ya había pasado los cuarenta años. Peleada con los hermanos Gallimard, decidió buscar refugio en Éditions de Minuit, una pequeña editorial liderada por Jerome Lindon. Éste, al leer el original supo que estaba ante una obra excepcional. Corría el año 1983 y los veinticinco mil ejemplares de la primera edición se agotaron en una semana. A sabiendas que eso podría ocurrir, él tenía preparados otros diez mil que se vendieron en tan sólo dos días. La historia autobiográfica de su juventud empobrecida en Vietnam y el romance con el hijo de un acaudalado dueño de tierras, el tono salvaje del relato y las imágenes que desprenden en tan sólo 140 páginas han vendido mientras vivió La Duras dos millones y medio de ejemplares.

 El libro ganó el prestigioso Premio Goncourt y se hizo película de la mano de Jean Jacques Annaud, con un éxito sorprendente. Se editó en checo, esloveno, croata y en todos los idiomas con mercado editorial asegurado. Se hicieron fan clubes con su nombre en todo el mundo y en la puerta de su departamento en la calle Sain Benoit, en París, los admiradores se amontonaban para rendirle culto y pedir autógrafos.

      El alcohol ya se había instalado en su cuerpo. Los millones que ganó no le alentaban ni siquiera a comprarse ropa nueva. Vestía el mismo pantalón, camisa y swéter todos los días y  ahorraba cada centavo como si la pobreza nunca hubiera dejado de acompañarla. El mundo a sus pies no logró hacerla disfrutar de sus logros. Su madre loca, aunque muerta, seguía gritando en su cabeza. El padre seguía abandonándola todos los días, como sus amores. _ Qué larga es la infancia, dijo Stendhal. A veces dura toda la vida.