¿ Al día de hoy, alguien es capaz de concebir en una valija sin ruedas? Durante cuántos milenios el ser humano ha tenido el problema disociado de la solución? Cuántos siglos han tenido que pasar para que habitantes de islas cercanas se conectaran a través de un puente? Cuántos botes habrán sucumbido en las tormentas, cuántos corazones desgarrados por la espera, por la distancia?¿ Quién inventó la rueda, el fuego, el puente? ¿El verbo adecuado en ésos casos será descubrir , resolver o inventar?

 El animal mitológico del pasado que animaba ésos impulsos era la esfinge. Con cuerpo de león, fuerza de toro, alas de águila y torso humano, era la que escuchaba el canto de los planetas y plasmaba en la Tierra el conocimiento del Cielo. Impávida, soberana, planteaba los enigmas para que los descubramos la respuesta por nosotros mismos. De no ser así, bloqueaba el paso a quiénes no estuvieran preparados . Desafío para el intelecto (el águila, rey del aire y de las ideas), fue la que le impidió el paso a Edipo en las puertas e Tebas (el toro, la territorialidad, símbolo del elemento tierra). Hasta que el joven no dilucidara el acertijo, su destino se vería interrumpido. ¿ Cuál es el animal que tiene cuatro patas por la mañana, dos por el mediodía y tres patas al atardecer? El hombre, contestó quién al poco tiempo mataría a su padre y se casaría con su madre. Y continuó , gatea cuando niño, camina erguido en su juventud y necesita el bastón en la vejez. Así se le abrieron las puertas de la ciudad que lo vio nacer (el león, animal solar).

Una necesidad, más que un problema, es un enigma. Resolverlo marca el comienzo de un destino, un nuevo amanecer. Cuidar las puertas del templo es una de las funciones de las esfinges, las guardianas del saber superior. Resolver los desacuerdos con uno mismo es el primer paso para conocer nuestro verdadero potencial y vivir la experiencia que nos está asignada.
(imagen del pintor neoclásico Francois Xavier Fabré, Edipo y la esfinge).